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viernes, abril 13

Edmond Halley, al servicio de su majestad


(Un texto de Miguel Barral en el suplemento Tercer Milenio del Heraldo de Aragón del 7 de noviembre de 2017)

El famoso astrónomo y matemático Edmond Halley fue también un agente al servicio de su Majestad. Reclutado por la Royal Navy, se embarcó en una misión secreta que le llevó a realizar el primer mapa que refleja la desviación magnética de la brújula según la posición.

La aparición de la brújula –ya fuese inventada o adoptada procedente del lejano Oriente– en la Italia del siglo XIII marcó un antes y un después para la navegación. Si hasta entonces los marineros y naves se limitaban a desplazarse cerca de la costa y con buenas condiciones de visibilidad a fin de tener una referencia de su posición, a partir de ese momento dispusieron de un instrumento que les permitía orientarse en mar abierto y sin depender (tanto) de las condiciones meteorológicas. Así pues, la brújula permitió abandonar la orilla para adentrarse en el inmenso océano, propiciando el comienzo de la era de las grandes travesías y exploraciones marítimas.

Pero, en el transcurso de estas travesías, los marineros descubrieron que la brújula no apuntaba exactamente al polo norte geográfico sino al magnético. Esta diferencia se denominó variación o declinación magnética. También constataron que el valor de dicha variación cambiaba conforme se desplazaban por el océano. Es decir, que no era un valor constante en todo el globo sino que oscilaba en función de la posición. Pero eso no era todo, conforme se acumulaban navegaciones y experiencias, datos y medidas, también se constató que la variación magnética en un determinado punto podía oscilar con el paso del tiempo.

En 1696, el famoso astrónomo británico Edmond Halley (1656- 1742) formuló una teoría para explicar este fenómeno. La Tierra estaba formada por una corteza externa sólida y fija y un núcleo interno, líquido, que se desplazaba, rotaba. Una y otro producían su propio campo magnético, siendo el campo magnético global el resultado de la interacción de ambos. En consecuencia, el movimiento del núcleo, y de su campo magnético asociado sería el responsable de las oscilaciones en la variación magnética tanto en el espacio como en el tiempo. Posteriormente, esta teoría se demostró incorrecta, pero ni mucho menos descabellada y ni tan siquiera muy alejada de la realidad.

Ahora sabemos que, en efecto, el planeta posee un núcleo fundido o líquido en movimiento. Y que son los complejos procesos hidrodinámicos que se producen en el centro del planeta los que inducen las variaciones en el campo magnético terrestre.

EL PROBLEMA DE LA LONGITUD
Halley también estaba convencido de que conocer y entender la declinación magnética era la clave para resolver el problema de la longitud, la asignatura pendiente de la navegación en alta mar durante siglos.

Este problema radicaba en encontrar un sistema, método o instrumento que permitiese determinar de forma suficientemente precisa la longitud, del mismo modo que la brújula permitía conocer la latitud. La nación que dispusiese de esa capacidad gozaría de una enorme ventaja naval frente a las naciones rivales. Por ello, los gobiernos y monarcas de las potencias europeas ofrecían sustanciosos premios y recompensas a quien lograse el ansiado objetivo. Además de la gloria y prestigio que llevaría aparejado.

En 1698 Edmond Halley era reclutado por la Royal Navy británica para embarcarse en el plan que él mismo había presentado un lustro antes a la reina Mary II: una navegación alrededor del mundo durante la que pudiese realizar precisas medidas de la variación magnética y, a partir de ellas, alcanzar la solución para el problema de la longitud.

DOS GRANDES TRAVESÍAS
A bordo del ‘Paramore’, al astrónomo realizó dos grandes travesías a lo largo y ancho del océano Atlántico. El objetivo oficial de la expedición, «navegar el Atlántico sur hasta descubrir la costa de la Tierra Incógnita Australis, que se supone se encuentra en algún lugar entre el estrecho de Magallanes y el Cabo de Buena Esperanza», era en realidad una tapadera para mantener en secreto el verdadero propósito en aras de no alertar ni poner sobre la pista a las restantes naciones.

Con el mapa que Halley logró trazar, el primer mapa isogónico de la historia, los marineros podían conocer la variación magnética en cada punto del Atlántico y corregir su rumbo respecto a lo que marcaba la brújula.

Durante los siguientes años Halley se enfrascó, de forma infructuosa, en establecer la pretendida relación entre declinación y longitud. Hasta que, en 1737, el cronómetro marino inventado por John Harrison resolvía por fin el problema de la longitud.

No obstante, el mapa trazado por Halley resultó tan exhaustivo y preciso que continuó siendo de enorme utilidad y mantuvo su vigencia hasta bien entrado el siglo XX. Y durante todo el siglo XIX, las líneas isogónicas fueron conocidas como ‘líneas halleyanas’.

LÍNEAS CURVAS SOBRE LOS MARES

Tras casi dos años embarcado, en 1701 y con los datos obtenidos y las mediciones realizadas, Halley preparaba el primer mapa isogónico de la historia, que abarcaba todo el océano Atlántico y en el que los puntos con igual declinación magnética estaban unidos por líneas (isogónicas). Tal y como explicaba el propio Halley en una de las leyendas que rotulaban el mapa: «Las líneas curvas dibujadas sobre los mares permiten conocer de un vistazo todos los lugares donde la variación de la brújula es la misma. Los números en ellas indican cuántos grados de declinación presenta la aguja hacia el Este o el Oeste respecto al Norte verdadero. Y la doble línea que pasa cerca de las Bermudas y Cabo Verde señala dónde la aguja apunta al Norte verdadero sin ninguna variación». Este mapa permitía al marinero conocer la variación magnética y ajustar su rumbo.

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