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viernes, enero 19

Deudas que oprimen o que liberan



(Un texto de E.G.M. en el Heraldo de Aragón del 1 de febrero de 2015. Historia de algunas deudas condonadas… y otras que no lo fueron.)

La petición de renegociar la deuda griega recuerda la condonación a Alemania tras la Segunda Guerra
Mundial. Ya en Mesopotamia se perdonaban estos compromisos. Haití, sin embargo, pagó durante más de un siglo.

Está en boca de muchos griegos. Syriza se ha encargado de ello. En 1953, la comunidad internacional firmó el Acuerdo de Londres, en el que se perdonaba a Alemania la deuda acumulada al final de la Segunda Guerra Mundial. Seis décadas después, el nuevo primer ministro griego Alexis Tsipras apela a este antecedente con insistencia. Y, aunque no hay casos muy similares en la historia contemporánea, a excepción de las condonaciones a los países más pobres del mundo, sí que hay antecedentes muy remotos que hablan de solidaridad con quien está ahogado por la devolución de los préstamos.

«En Mesopotamia y Egipto se anularon las deudas del pueblo para no oprimirlo. Hammurabi (1792 a. C.) proclamó en varias ocasiones una anulación general de las deudas de los ciudadanos con los poderes públicos», explica el analista bursátil Ismael de la Cruz. «El Código de Hammurabi establece en su epílogo que el poderoso no puede oprimir al débil, la justicia debe proteger a la viuda y al huérfano (…) a fin de hacer justicia a los oprimidos», añade.

En otros casos, las anulaciones fueron resultado de una lucha social exacerbada por la crisis y el ascenso de las desigualdades. Sucedió en los antiguos imperios de Grecia y Roma.

Más próximos en el tiempo están los llamados arreglos de la deuda que se practicaron en España en el siglo XIX e incluso principios del XX. «El Estado alcanzó un nivel de endeudamiento tan grande que no podía hacer frente al mismo, por lo que los ministros de Hacienda (Juan Camacho, en 1881, y Raimundo Fernández Villaverde, en 1900) recurrieron a un arreglo o reestructuración de la deuda», asegura De la Cruz, quien añade que el problema tenía su origen en que los déficits surgían de la inestabilidad política y de las guerras (como la de Cuba). «Finalmente, Fernández Villaverde tuvo la suerte de que el final de la guerra de Cuba redujo el déficit fuertemente, alcanzándose superávit a principios del siglo XX», concluye.

Para Carmelo Romero, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, esos arreglos eran realmente imposiciones, no negociaciones como se esperaría ahora. «Cuando España llegaba a la quiebra, en los bonos de deuda, donde ponía que valían por mil pesetas, lo cambiaban a 500», cuenta el profesor. Asegura que se trataba de un timo al prestamista, especialmente al pequeño, no al grande. «Al pequeño acreedor le decía que le pagaría mayores intereses y luego no era así. Quien realmente ganaba eran los grandes, las compañías o bancos que sí que negociaban a cambio una conversión de la deuda, como lo era el hecho de explotar el subsuelo», añade. Se trataba de construir el ferrocarril o explotar minas.

Algunas de esas grandes fortunas que finalmente salían ganando fueron la familia Rothschild, que llegaron al siglo XIX como uno de los más influyentes linajes de banqueros y financieros. «Hubo muchos arreglos de la deuda porque el Estado estaba en quiebra. Su nivel de deuda crecía mucho pero no los impuestos, que eran bajos. Y las leyes castigaban poco la propiedad», dice Romero.

En el lado contrario, existe una deuda histórica que el Gobierno francés no consintió perdonar. Se trata de la que estipuló que contraía Haití con Francia a pesar de haber logrado la independencia a través de un levantamiento, después de que el 18 de noviembre de 1803 los franceses perdieran su última batalla, y el día de año nuevo de 1804 se proclamara el nacimiento de una nueva nación, el primer país libre de América Latina.

En 1825 Francia tasó el reconocimiento de esa libertad en 150 millones de francos oro (el equivalente hoy en día son 19.500 millones de euros). Una compensación por las tierras perdidas por los caciques franceses. Se terminó de pagar en 1947.

Sin embargo, cuando la desgracia llamó a la puerta de Haití con un devastador terremoto en enero de 2010, el Fondo Monetario Internacional condonó la deuda de Haití, de 268 millones de dólares (210 millones de euros). También estableció un programa de crédito de tres años por valor de 60 millones de dólares (47 millones de euros) para apoyar la reconstrucción del país caribeño.

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