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lunes, octubre 16

La escuela española del 'Topo'

(Un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 19 de mayo de 2017)

España, 1937-1939. Kim Philby inicia su carrera de espía bajo el disfraz de periodista inglés.

“Hay un topo en el servicio secreto, un joven periodista inglés enviado por un periódico a la Guerra de España. Moscú le ordenó asesinar a Franco, entre otros objetivos”. Esta revelación la hacía una fuente fiable, Walter Krivitski, espía soviético que había desertado en 1937, horrorizado por las purgas de Stalin. Krivitski se refugió en EEUU y se dedicó a denunciar los crímenes del estalinismo en artículos, conferencias y un famoso libro, En el servicio secreto de Stalin, pero en 1940 el servicio secreto inglés le llamó a Londres para que les hablase de las redes del espionaje ruso en Inglaterra.

Krivitski les dio un centenar de nombres de agentes, aunque lo más importantes que reveló fue la estrategia soviética de infiltrar jóvenes británicos de buena familia, pero comunistas, en los estamentos del Gobierno para operaciones a largo plazo. No tenía nombres, pero aparte del periodista se refirió a “un joven aristócrata de origen escocés, educado en Oxford o Cambridge, que está en el Foreign Office, amigo del periodista”. Los perfiles cuadraban perfectamente con dos personas: el periodista era Kim Philby, el diplomático Donald MacLean, dos de los integrantes del Círculo de Cambridge, la célula del espionaje soviético infiltrada en la inteligencia británica. Lo raro es que con esos datos el contraespionaje inglés tardase diez años en identificarlos. Quizá hubiesen cazado antes a los topos si Krivitski no hubiera aparecido muerto de un tiro en la cabeza al poco tiempo.

El elemento inicial y más importante del mítico Círculo de Cambridge fue Kim Philby. Harold Adrien Russell Philby pertenecía a la élite aunque no fuera rico. Su padre, Saint John Philby, había sido un importante peón del Imperio británico, de hecho Harold había nacido en la India mientras su progenitor servía en el aparato colonial, de ahí que le llamasen Kim, en referencia a la novela de Kipling. De joven su padre le había llevado a vivir con los beduinos árabes “para que aprendiese a ser un hombre”. Luego estudió en Westminster, uno de los más elitistas colegios, y en Cambridge, donde se licenció en Economía y se hizo de izquierdas.

Destinado por tradición familiar al servicio del Imperio se fue a estudiar alemán –algo obligado para un diplomático– a Austria, donde se involucró en la lucha obrera, que en aquellos tiempos era algo muy serio y peligroso. Se casó con una judía comunista austriaca y lograron huir cuando el Gobierno de extrema derecha aplastó al movimiento obrero en una mini guerra civil. Al volver a Londres quiso afiliarse al Partido Comunista, pero los servicios secretos soviéticos le habían echado el ojo a aquella joya en bruto. Una entrevista rodeada de secreto en Regent’s Park con un reclutador sellaría su destino. Le ordenaron romper los vínculos con la izquierda inglesa, manifestarse como un joven de clase alta que ha pasado el sarampión progresista, crear una tapadera que le permitiese, en el futuro, convertirse en un topo de la NKVD (luego KGB) en las altas instituciones británicas.

Usando los contactos de su padre intentó convertirse en tutor de los hijos del rey de Arabia, y luego entrar en el Servicio Civil de la India, pero no le dieron ninguno de esos puestos. Aunque sus controladores soviéticos le animaban a tener paciencia, él se sentía frustrado, y finalmente eligió el periodismo a falta de algo mejor. Pero estalló la Guerra de España, que sería la gran oportunidad de Kim Philby.

En febrero de 1937, llevando cartas de recomendación de Von Ribbentrop, embajador alemán en Londres, y del marqués de Merry del Val, representante oficioso de Franco en Inglaterra, Kim Philby llegó a Sevilla, una de las capitales de los rebeldes, como periodista free lance. Su misión era recoger información militar, especialmente de la intervención alemana, y mandarla por correo a París y Holanda, para lo que tuvo que aprender un código secreto.

Asesinato

Se sabe poco de lo que hizo en los tres meses que pasó en España, en todo caso, nada memorable en el campo del espionaje. Lo más importante de su estancia fue una orden que no cumplió: asesinar al general Franco.

Se la transmitió en persona uno de sus amigos del Círculo de Cambridge, Guy Burgess, en un hotel de Gibraltar a finales de marzo del 37. En aquel tiempo los servicios soviéticos, aparte de su labor de espionaje, eran una banda de sicarios que ejecutaban por todo el mundo las sentencias de muerte dictadas por el vesánico de Stalin. Su hazaña más célebre fue el asesinato de Trotsky, pero hubo cientos de casos. La orden de eliminar a Franco entraba dentro de este modus operandi habitual, pero era una solemne estupidez, Philby, 25 años y apocado (su nombre clave era Söhnchen, “Hijito”, en alemán), no sabía ni siquiera manejar una pistola. Su jefe inmediato en Inglaterra, Theodore Mally, intentó evitar la misión, realmente imposible, porque Philby sería arrestado y no tenía temple para aguantar un interrogatorio; delataría a toda la red del Círculo de Cambridge.

No se sabe qué pasó entre la entrevista de Gibraltar y el regreso de Philby a Londres, mes y medio después. Es posible que ni siquiera consiguiese llegar a Salamanca, la capital de Franco en la época. Especular con lo que hubiera sido la historia de España si Philby hubiese cumplido la orden de Moscú es hacer castillos en el aire. Lo que sí es cierto es que de haberlo intentado, allí habría terminado una carrera de espía apenas comenzada, y Philby no sería el arquetipo del Topo que llegó a ser.

En Londres, su padre le presentó en su club a un directivo del Times, al que entregó un artículo titulado In Franco’s Spain, contando cómo eran las cosas en la zona rebelde, donde el Times no tenía corresponsal. No solo lo publicaron, sino que le ofrecieron regresar a España como corresponsal del más prestigioso periódico inglés. Eso era entrar en el periodismo por la puerta grande.

Philby pasó en la España nacional el resto de la Guerra Civil, estuvo a punto de morir, pero la fortuna hizo un quiebro y convirtió la desgracia en definitiva suerte. El día fin de año de 1937, en la batalla de Teruel, una bomba republicana impactó el coche en el que estaba Philby con otros tres periodistas extranjeros. Sus colegas murieron, pero Philby salió bien librado, con una aparatosa herida en la cabeza, pero nada grave. La propaganda franquista decidió convertir a esos periodistas en mártires de la libertad de información, víctimas del comunismo al que combatía la España nacional. Philby fue condecorado por Franco en persona, que le impuso la Cruz del Mérito Militar. Además eso le abrió el despacho del Generalísimo, al que entrevistaría en varias ocasiones.

Philby siempre mantuvo que estos favores de Franco serían definitivos para construir su tapadera de anticomunista, lo que le permitiría ingresar en el servicio secreto inglés en 1940. Tan eficaz fue el disfraz de le proporcionó Franco que, mientras que los otros miembros del Círculo de Cambridge serían descubiertos en 1951, Philby no lo fue hasta 12 años después.

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