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viernes, octubre 13

Bram Stoker, el padre del vampiro

(Un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 26 de mayo de 2017)

Dublín, 26 de mayo de 1847. Nace Bram Stoker, creador de Drácula, un libro de culto donde el autor proyectaría su tortuosa relación con el actor Henry Irving.

La novela más hermosa jamás escrita”, decía Oscar Wilde de Drácula. El entusiasmo de un crítico tan exquisito como Wilde viene reforzado por las tempestuosas relaciones que había tenido con Bram Stoker, que le había robado la novia, y no una novia cualquiera, sino la belleza más renombrada de Dublín, Florence Balcombe. Obviamente, en esa época juvenil en la que coincidieron en la Sociedad Filosófica Universitaria, Wilde no se había destapado como homosexual. Precisamente el escándalo y prisión de Wilde en la época en que se publicó Drácula propicio la reconciliación de los viejos amigos, pero para eso faltaba mucho cuando empieza esta historia, con el nacimiento en 1847 de Abraham Stoker, Bram para los amigos.

No fue un nacimiento bajo buena estrella, el niño era tan enfermizo que estuvo postrado en la cama hasta los 7 años. Su familia pertenecía a la burguesía más ilustrada, su madre, Charlotte, era una pionera del feminismo. Fue ella quien se ocupó de la educación del niño enfermo e incluso puso la semilla de Drácula, pues le contaba cuentos de misterios y fantasmas que le fascinaban. A los 7 años sucedió un prodigio, Abraham recuperó la salud y se levantó del lecho... Se podría encontrar un paralelo con el fenómeno de los muertos vivientes, los vampirizados que salen de sus tumbas. No sería la única coincidencia entre la vida de Bram Stoker y su creación literaria.

El joven Abraham se convirtió en un buen mozo, con un excelente currículo en el Trinity College, la mejor universidad de Irlanda. Fue campeón de atletismo, presidente de la Sociedad Filosófica, se licenció cum laude en Ciencias y Matemáticas. Siguiendo los pasos de su padre empezó a servir como funcionario del Gobierno, pero en la universidad se aficionó al teatro y se hizo crítico teatral de un periódico local, propiedad de Sheridan Le Fanu. Este fue, después de su madre, quien marcó su siguiente paso hacia Drácula, pues Le Fanu publicó por entonces la estremecedora historia de una vampiresa, Carmilla, novela de culto para los amantes del género, del cual se considera precedente.

Pero el paso definitivo fue un encuentro que iba a marcar su vida... ¡el encuentro con el conde Drácula¡ Había llegado de gira a Dublín Henry Irving, famoso actor, y Stoker publicó una crítica encomiástica de su Hamlet. Irving lo invitó a comer en el añejo Shelbourne, y a Stoker le impresionó tanto su figura que iba a convertirlo en el conde Drácula. La descripción del personaje que aparece en la novela es exactamente la de Irving, como puede verse comparando el texto con la fotografía del actor:

“Su cara era fuerte, muy fuerte, aguileña, con un puente muy marcado sobre la fina nariz, una frente alta y despejada, el pelo gris... Sus cejas eran muy espesas, casi se encontraban en el entrecejo. La boca era fina y tenía una apariencia más bien cruel; el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas firmes, aunque delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria”.

La influencia de Irving en la creación literaria de Stoker iría mucho más allá de darle el modelo físico del personaje. La verdad es que Stoker quedó totalmente seducido por el actor. “Para Bram, Irving es un dios”, diría uno de sus amigos; “la más importante relación amorosa de su vida adulta”, opina el historiador Louis S. Warren. Poco después del encuentro, recién casado, Stoker se trasladó a Londres con su bella esposa a trabajar para Irving, como secretario y gerente del teatro propiedad del actor, el Lyceum. La relación laboral se prolongó tres décadas y fue más allá de la simple explotación, fue una auténtica vampirización. Irving era un tipo pérfido, “absorbente y manipulador, que disfrutaba enfrentando a los que dependían de él”, dice el citado Warren, que argumenta: “Los académicos concuerdan en que la clave del origen y significado de Drácula está en su relación de empleado de Irving... Bram Stoker interiorizó el miedo y el rencor que su patrón despertaba en él, convirtiéndolo en el fundamento de su ficción gótica”.

El libro

Bram Stoker tenía el personaje, tenía el conflicto, pero le faltaba escribir el libro. Ya había publicado varios relatos, pero no era un gran escritor, aunque fue capaz de hallar una fórmula para la novela. Puesto que se trataba de un relato desaforadamente fantástico, lo escribiría de forma muy realista, recurriendo al estilo del periodismo y los informes técnicos. Tardó siete años en hacerlo, compaginando experiencias personales, documentación histórica y la asesoría de un orientalista de origen húngaro algo extravagante, Arminius Vámbéry, cuyas largas conversaciones le transportaban al folclore de esos países de la Europa más salvaje y exótica donde morían/vivían los no muertos.

Como nunca llegó a viajar a Transilvania decidió situar la mayor parte de la acción en Whitby, el pueblo del mar del Norte, donde iba de veraneo. Pese a su condición de lugar vacacional, Whitby no carecía de leyendas siniestras, pues su agreste costa había provocado naufragios desde que existe la navegación. Así, en una goleta llena de marineros muertos que se estrellaba en los escollos de Whitby llegaría el conde a Inglaterra, bajo la forma de un gran perro negro. Y fue en la biblioteca pública de Whitby, en la que pasaba las vacaciones buscando fuentes, donde encontró el nombre de Drácula, al leer la historia del príncipe de Valaquia Vlad Draculéa, el Empalador. El sobrecogedor inicio de Drácula tenía lugar sin embargo en el castillo del conde en los Cárpatos, y Stoker buscó y encontró su modelo en Escocia, en Slains Castle, una fortaleza que se alzaba de forma inquietante sobre una roca frente al mar.

La novela se publicó por fin en 1897, y tuvo un impacto que desbordaría la época de Bram Stoker, dando lugar a un género que pasaría al teatro, el cine y las series de televisión. Sin embargo, su creador no se haría rico. De hecho murió pobre, sobreviviendo en su último año gracias a la ayuda de la Royal Literary Society. En 1983 la Universidad de Oxford incluyó Drácula en su canon de clásicos de la literatura inglesa.

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