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sábado, enero 31

Embalses y regadíos en Aragón IV: El canal de Bardenas y el embalse del Ebro



(Extraído de un texto publicado en el especial del Heraldo de Aragón del 1 de junio de 2014)

Reinando Fernando el Católico ya hubo un intento de regar las Cinco Villas con agua del Aragón. La idea se retomó en los siglos XVIII y XIX y en 1902 se incluyó en el plan nacional de obras hidráulicas. Sin embargo, el proyecto del canal de Bardenas no se aprobó hasta 1932. Preveía transformar más de 132.000 hectáreas, llevar caudales a Riegos del Alto Aragón y abastecer a la ciudad de Zaragoza. Todo, con Yesa.

Las obras del canal empezaron en 1933, se interrumpieron en 1936 y se reanudaron tras la Guerra Civil. Por su parte, la construcción del pantano se inició en 1928 y se paró en 1933 por problemas económicos, retomándose en 1945. En 1959 se inauguraron ambas infraestructuras, que entonces regaban 21.000 hectáreas. Actualmente, el canal de Bardenas abastece unas 81.000 hectáreas -62.000 en Zaragoza y 19.000 en Navarra-, pero también es un sistema inconcluso. Si se completa según lo proyectado, llegará a las 100.000.

Otra de las obras hidráulicas que ya estaban en marcha cuando se creó la Confederación y que fueron terminadas por el nuevo organismo de cuenca fue el embalse del Ebro, un pantano que, aunque está en Cantabria, riega 32.000 hectáreas del canal Imperial, el de Tauste y el de Lodosa. Hasta su puesta en marcha, esos regadíos carecían de regulación y solían quedarse sin agua en verano. El proyecto de la presa se redactó en 1914 y las obras empezaron en 1928, pero la Guerra Civil y otras vicisitudes retrasaron su entrarla en servicio a 1947.

Los regadíos del Jalón todavía tuvieron que esperar unos años más para tener un pantano en el que almacenar el agua para los meses de estiaje. En 1930, los ayuntamientos y sindicatos de esa cuenca se dirigieron a la CHE para pedirle de obras de regulación. Tras estudiar varias opciones, la Confederación optó por la construcción del embalse de La Tranquera, que se inició en 1952 y se puso en marcha en 1960.

En el Guadalope, la presa de Santolea se levantó entre 1927 y 1932. Poco después, en 1944, se terminó de recrecer la Estanca de Alcañiz. Posteriormente se construyeron los pantanos de Caspe y Calanda, pero aún siguen pendientes los regadíos del canal de Caspe y del canal Calanda-Alcañiz.

En 1967 se puso en servicio el pantano de Mequinenza, que con 1.530 hm3 es el mayor de toda la cuenca y que se hizo con fines hidroeléctricos, aunque también se aprovecha para regar gracias a los bombeos. El número de presas siguió aumentando en las décadas siguientes, pero muchas de las demandas históricas de la Comunidad en materia de agua seguían sin atenderse. Por eso en 1992 todos los grupos parlamentarios de las Cortes aprobaron el Pacto del Agua de Aragón, un largo listado de obras hidráulicas pendientes que fue asumido por el Gobierno central.

Dos décadas después, ese acuerdo está ejecutado al 47%. Se han construido embalses como el del Val, el de La Loteta, el de Montearagón o el de Lechago y se han hecho otras muchas actuaciones incluidas en el listado. Sin embargo, las más demandadas -el recrecimiento de Yesa, el pantano de Biscarrués, la presa de Mularroya...- siguen en obras o ni siquiera se han comenzado. Además, otros embalses se han descartado por problemas ambientales -como el de Santaliestra o el de Torre del Compte- o directamente no tienen demanda -como sucede con una veintena de pequeñas presas-. Según el plan hidrológico del Ebro que acaba de aprobarse, los regadíos de la cuenca del Ebro siguen teniendo un déficit de agua de unos 900 hm3, de los que buena parte corresponden a Aragón.