Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

domingo, agosto 31

Pasarlas canutas

(Leído en el suplemento dominical del Periódico de Aragón de hace unos años)

Así las pasan los que se quedan en paro. Al menos, así era antiguamente, explica Guillermo Suazo Pascual en Abecedario de dichos y frases hechas. Dar el canuto significaba despedir, dejar sin empleo, “porque al marinero se le entregaba la comunicación en un papel o pergamino enrollado en forma de canuto”. Suazo también añade que la expresión “pasarlas canutas” podría hacer referencia a las dificultades que padecían los soldados mientras estaban en la filas del Ejército.

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sábado, agosto 30

Pareja con garantías

(Leído en el suplemento del periódico de Aragón de hace unos años)



"Conozca a 12 personas y luego decida”. Fórmula matemática para la elección de pareja con garantías. La puso por escrito la australiana Clio Creswell en el libro Mathematics and Sex.

Matemáticas y sexo. Dos materias que tienen algo más en común que su querencia por el “más, más, más”. Porque detrás de todo –sexo incluido– “siempre acaba habiendo un componente matemático”.
La afirmación categórica es de Claudi Alsina, catedrático de matemáticas de la Universidad Politécnica de Catalunya. “Cliente y fan de los números”. Viste traje de chaqueta y una corbata repleta de ecuaciones. Así que combina cátedra y humor a partes iguales. Da fe su último libro: El club de la hipotenusa (editorial Ariel), la historia de las matemáticas a través de más de 300 anécdotas. “Hacer matemáticas –asegura Alsina– es motivo de pasiones, envidias, escándalos, incluso de muerte por una raíz cuadrada”. Exactamente, por culpa de la raíz cuadrada de 2. Le sucedió a Hippasus de Metapontum, matemático al que se le ocurrió poner en evidencia a Pitágoras.

Pitágoras fue además de matemático, olímpico. Tales amasó una fortuna como especulador de aceite y a Arquímedes (en la caricatura) se le criticó su falta de higiene, aunque pasara a la historia en una bañera poco antes de soltar su famoso “¡Eureka!”. Napoleón, aparte de su mano al pecho, dejó para la posteridad un teorema (“no lo hizo él, seguro, pero se rodeó de grandes pensadores y matemáticos”). Y Murphy, que era militar, sin querer pasó al imaginario colectivo al comentar las habilidades de su mecánico: “Si hay una manera de arreglar esto mal, este mecánico la encontrará”.

LA FÓRMULA DEL AMOR
Por haber, hay hasta una fórmula para el amor. La puso por escrito Jorge Wagensberg: “A quiere a B es, en gran medida, el producto de la autoestima de A multiplicada por la admiración que B siente por A”. Y también hay números en crisis, aparte del euríbor. Es la anécdota favorita de Claudi Alsina: “¿Qué es el infinito?”, le preguntó una mujer al matemático Julio Rey. Su respuesta: “Señora, para mí el infinito empieza en mil pesetas”. 

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jueves, agosto 28

¿Por qué los bebés se chupan el dedo?

(Un texto del Periódico de Aragón de hace unos años)



Para tranquilizarse. Ésta es la explicación más plausible para este pequeño vicio, que también se encuentra relacionado con el instinto de succión, según explica el doctor Santiago García-Tornel, jefe de sección de pediatría del Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona). Este vicio entraría dentro de las llamadas estereotipias, que no son otra cosa que “movimientos repetitivos que no sirven para nada y cuya causa todavía se desconoce”. Como cuando nos tocamos el pelo, nos mordemos las uñas, o nos movemos mientras dormimos. A partir de las 18 semanas de gestación, el feto ya se chupa el dedo. El 80% de los bebés escogen el pulgar, pero en China, en cambio, los apéndices favoritos son el anular y el corazón. Esta costumbre suele desaparecer con el tiempo, a medida que el pequeño va madurando. Otro detalle: las niñas se chupan más el dedo que los niños. Tampoco se ha encontrado una explicación a este punto.

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miércoles, agosto 27

¿Quién inventó el sudoku?

(Leído en el suplemento del periódico de Aragón de hace unos años)

Fue el arquitecto estadounidense Howard Garns. Según explica Claudi Alsina en El club de la hipotenusa, fue en el año 1979 cuando Garns publicó por primera vez un sudoku, pero bajo el nombre de Numbers Place. En 1986, Kaji Maki, de la editorial japonesa Nikoli, inventó y registró el nombre.
 

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martes, agosto 26

¿Qué significa WiFi?

(Leído en el suplemento del periódico de Aragón de hace unos años)



Nada. Es el nombre de una marca que certifica que un producto posee tecnología inalámbrica compatible con otros productos de otras empresas. “Es una creación de la agencia de publicidad Interbrad –creadora de otras marcas famosas como Prozac–, que realizó un juego de palabras con el acrónimo Hi Fi (High Fidelity, alta fidelidad)”, explica Jeffrey Grannis, de la empresa Wi-Fi Alliance.

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lunes, agosto 25

Los vikingos vuelven al ataque



(Un texto de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 13 de julio de 2014)

¿Qué hay de cierto en los mitos que rodean a estos soldados llegados de la remota Escandinavia? Le contamos las verdades y mentiras de este pueblo guerrero que cosechó una de sus mayores derrotas en España.

Incendiaron Sevilla, saquearon Orihuela, asediaron Santiago de Compostela, remontaron el Guadalquivir y el Ebro, secuestraron a un rey de Pamplona... El dragón representado en el mascarón de proa de sus naves de guerra aterrorizó a los habitantes de la Península Ibérica entre los siglos IX y XI, un periodo en el que fueron los señores del mar y en el que la codicia los llevó a explorar y expoliar cuatro continentes. Los vikingos son el sinónimo de la crueldad de una época oscura.

Pero los historiadores están revisando algunos mitos sobre aquellos piratas llegados de la remota y helada Escandinavia: Philip Parker acaba de publicar The northmen's fury; el Museo Británico les ha dedicado una magna exposición; una serie televisiva muy documentada cuenta la historia del héroe nórdico Ragnar Calzas Peludas; y Ariel ha reeditado el clásico de historia militar de Paddy Griffith Los vikingos. El terror de Europa

Para empezar, no siempre eran sanguinarios. Fueron agricultores antes que aventureros; comerciantes antes que soldados. Y cosecharon demasiadas derrotas, especialmente en España, para que su fama de guerreros invencibles se sostenga. Las culturas anglosajona y centroeuropea tienen muy interiorizado su legado, pues fascinó a los románticos en el siglo XIX y a los nazis en el XX. Pero son menos conocidas sus incursiones en la Península Ibérica, tanto en los reinos cristianos del norte como en al-Ándalus. Por ejemplo, algunos de aquellos bandidos rubios y melenudos se establecieron cerca de Sevilla, donde se convirtieron al islam, formaron familias y se dedicaron a la fabricación de quesos.

El problema historiográfico en el caso de España es que no hay restos arqueológicos de ellos, y las fuentes escritas son escasas y poco objetivas: algunas sagas nórdicas, que los ensalzan como héroes; los escritos de los monjes cristianos, que hablan de asesinos feroces; y los autores árabes, que son los más prolijos. Pero se acepta que la primera oleada documentada fue en el año 844. Los vikingos habían convertido la ciudad francesa de Bayona en una de sus bases de operaciones. Una tormenta desvió sus naves hacia la costa de Gijón. Desde allí fueron costeando hasta Galicia y llegaron hasta el faro de Hércules. Adentrándose por las rías, saquearon las aldeas que encontraron a su paso hasta que un ejército cristiano, capitaneado por el rey Ramiro, les presentó batalla y los obligó a retroceder, quemándoles unas setenta naves. El resto de la flota siguió hacia el sur. 

Ya en territorio árabe sitiaron Lisboa, cuyos moradores enviaron mensajeros al califa de Córdoba para pedir ayuda. El asedio duró un par de semanas, pero los vikingos no tenían catapultas ni máquinas de guerra para tomar una ciudad amurallada, así que decidieron continuar su periplo, rumbo a Cádiz, que masacraron. Penetraron por el Guadalquivir y llegaron a Sevilla, ciudad que tomaron tras un par de escaramuzas. La población huyó aterrorizada. 

Los caudillos árabes estaban sorprendidos por la rapidez de desplazamiento de aquellos enemigos que parecían estar en todas partes y que ahora, además, disponían de caballos y se dedicaban a rapiñar las ciudades a su antojo. 

Abderramán II reunió una tropa bien pertrechada que los derrotó. Lo que quedaba de la flota vikinga en retirada llegó al Atlántico, puso proa al norte y por el camino aún tuvieron ánimos para hacer una incursión por el Tajo y saquear Béjar. Finalmente se les permitió quedarse en Isla Menor (Sevilla), donde se dedicaron a elaborar mantequilla, leche agria y quesos. El queso puro sevillano procede del ost danés.
La siguiente incursión (año 896) estuvo comandada por dos caudillos normandos legendarios: Hasting y Bjorn Costilla de Hierro. Desde el principio lo tenían muy claro. Su objetivo: Santiago de Compostela, que ya tenía fama en la cristiandad y suponían que era una ciudad muy rica. Navegaron hacia el interior por la ría de Arosa y sembraron el pánico, pero en Santiago se encontraron con las murallas cerradas a cal y canto. Y en estas llegaron las huestes del rey asturiano Ordoño I, que los derrotó.

Como sucedió en la primera expedición, los vikingos decidieron probar suerte más al sur, atraídos además por la gran cantidad de plata islámica que circulaba. Tomaron al asalto Algeciras e intentaron repetir la jugada de remontar el Guadalquivir y alcanzar Sevilla, pero los árabes estaban sobre aviso. Una armada los frenó en seco. 

Como siempre que encontraban rivales bien preparados, los vikingos prefirieron huir en busca de lugares más hospitalarios o mal defendidos. Así que cruzaron el estrecho de Gibraltar, saquearon algunos pueblos de la costa africana (lo que quizá explicaría que haya bereberes de ojos azules) y remontaron por el Mediterráneo, llegando al reino de Todmir (Murcia, Alicante y Almería). 

Luego se ensañaron con las islas Baleares y llegaron a Francia e Italia. Tomaron Génova valiéndose de una artimaña de Hasting, que era un tipo ingenioso. Unos emisarios vikingos engañaron a los gobernantes genoveses diciéndoles que eran un grupo de cruzados rumbo a Constantinopla y que su líder había muerto, pidieron que les dejasen enterrarlo en la catedral. Obtuvieron el permiso. Cuando el obispo que oficiaba el funeral se dispuso a bendecir el ataúd, Hasting 'resucitó', sacó una espada que llevaba oculta y acabó con él. La ciudad cayó, aunque los vikingos pensaban que se trataba de Roma. La incendiaron. Y con el botín se dirigieron de nuevo hacia el sur. Al llegar al delta del Ebro, decidieron echar un vistazo. Y luego curiosearon por el Arga... El caso es que llegaron hasta Pamplona, donde hicieron prisionero al rey García Iñíguez, que tuvo que pagar un rescate de setenta mil dinares. 

Hubo otras oleadas, pero cada vez menos importantes. Algunos vikingos sirvieron como mercenarios para señores gallegos. Su conversión al cristianismo los atemperó. En muchos lugares acabaron mezclándose con la población local, pues en realidad no eran ladrones ni guerreros a tiempo completo, sino agricultores que echaban una belicosa cana al aire cuando las faenas del campo estaban paradas. Y como expone Griffith con ironía: «Es difícil sacar adelante una granja sin una segunda fuente de ingresos». 

Vikingos: una sociedad sorprendente
-¿Eran tan buenos navegantes? No usaban brújula ni mapas, solo las estrellas y quizá también unas extrañas piedras que captaban la luz del Sol en los días nublados. Esas rocas cristalinas de espato de Islandia, un polarizador natural, han sido estudiadas por la Royal Society. Cuando las nubes les impedían orientarse, oteaban el cielo con un cristal de espato, cuyo brillo aumentaba si lo apuntaban hacia donde estaba el Sol, y podían determinar así la hora y el rumbo. Fueron pioneros de la globalización, pero sus grandes descubrimientos geográficos, como Islandia, Groenlandia o Terra Nova, se deben más a la casualidad y a las tormentas que a su pericia navegando. 

-¿Sus barcos eran invencibles? Sus astilleros fabricaban dos tipos de navíos: el knoerr, de unos 17 metros de eslora y vela cuadrada, era un barco mercante capaz de cargar cien toneladas; y el temido langskip de guerra, conocido en las crónicas como drakkar, por la cabeza de dragón que adornaba la proa. Esa pieza era de quita y pon. Lo llevaban para asustar a los lugareños cuando se disponían a atacar y prescindían de él cuando llegaban a un puerto en el que pretendían comerciar en son de paz. La propulsión combinaba remos y vela. Eran muy manejables, pero naufragaban con cierta facilidad y se demostraron muy inferiores a las naves andalusíes.

-¿Planificaban sus expediciones? Lo justo. Eran espíritus inquietos. La inactividad los aburría. La oscuridad de los meses invernales los volvía taciturnos. Las costumbres de los clanes daneses establecían, además, que el primogénito lo heredaba todo, así que para el resto de la parentela convenía emigrar. Bebían reunidos junto a un fuego. Si alguien contaba una historia sobre lo bien que le iba a una granja vecina o la riqueza de una costa cercana o lejana, sin pensarlo dos veces, montaban una flota. De España, por ejemplo, les llegaron oídas de su lucrativo comercio de esclavos, en especial eunucos. Eran castrados en Córdoba por cirujanos judíos.

-¿Eran tan feroces? Eran mercaderes. Pero descubrieron que los pobladores de algunas regiones, sobre todo los que vivían cerca de abadías y monasterios, eran pacíficos y poco duchos en el manejo de las armas. ¿Y qué mejor negocio que el saqueo? Espadas, hachas y martillos eran su armamento. Se defendían con un escudo redondo. Pero no todos los guerreros podían permitirse una cota de malla o el casco (sin cuernos). Sus tácticas eran terroristas. Pero si no veían una ventaja clara o les gustaba el lugar, terminaban diluyéndose con los oriundos. Dice un manual vikingo del siglo X: «Sé amigo de tus amigos, devuelve regalo por regalo, sonríe donde te sonrían y miente con disimulo».

-¿Luchaban drogados? Unos pocos guerreros entraban en combate en estado de trance, posiblemente por la ingestión de alguna droga o quizá autoinducido. Ululaban y echaban espumarajos por la boca. Eran los berserker, formaban una extraña hermandad y actuaban como una fuerza de choque con un poder intimidador superlativo. Hasta sus propios compañeros los temían, pues no distinguían entre amigo y enemigo. Pero en tiempos de paz no se adaptaban a vivir en sociedad, y la población vikinga les hacía el vacío.

-¿Era una sociedad machista? Con unos tipos tan duros en casa, sería lógico pensar que las mujeres vikingas serían sumisas, pero no. Acostumbradas a pasar largas temporadas a cargo de la granja mientras sus hombres estaban lejos, no estaba mal visto que tuviesen amantes. Y podían divorciarse si alegaban que su cónyuge era homosexual o impotente. En ocasiones también acompañaban a las expediciones y en algunos casos incluso guerreaban.

-¿Y ellos eran tan brutos? Podían serlo. Pero también eran presumidos y limpios para los estándares de la época. Cuenta un cronista medieval que «se lavan y peinan todos los días, se bañan semanalmente y se cambian de ropa con frecuencia, así que pueden socavar la virtud de las mujeres casadas e incluso seducir a las hijas de nuestros nobles». Se emborrachaban con cerveza y tomaban alucinógenos, pero también eran poetas exquisitos; sus sagas, las narraciones familiares, eran una mezcla de periodismo y culebrón. Crearon el primer parlamento democrático del mundo. Tenían un panteón de dioses muy complejo, con Odín a la cabeza.