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jueves, abril 25

Meteórologos célebres

(Un artículo de José Miguel Viñas en el Heraldo de Aragón del 14 de febrero de 2012)

A lo largo de la historia, unos cuantos personajes que no han pasado a la posteridad comometeorólogos o estudiosos del clima sí que se interesaron mucho por estas cuestiones. Algunos de ellos incluso desarrollaron teorías que contribuyeron al desarrollo de la meteorología como disciplina científica. Entre estos ‘meteorólogos en la sombra’ encontraremos a Descartes, Kant, Lamarck, Volta o Goethe.


Volta estudia las tormentas
El 26 de junio de 1800, Alessandro Volta (1745- 1827) dio a conocer en la Royal Society de Londres la invención de la pila eléctrica, lo que le dio fama universal. Lo que no es tan conocido es que los estudios sobre el cielo y, particularmente, sobre las tormentas, fueron los que llevaron a Volta a inventar la pila. No es de extrañar que, a un físico como él, obsesionado con la electricidad, le fascinaran las tormentas e intentara comprender lo que en ellas acontecía. Ello le llevó a establecer una teoría sobre la formación del granizo, que durante mucho tiempo fue la que prevaleció, hasta que finalmente fue desterrada. Volta, entre otras ideas algo extravagantes, sugería que la electricidad dentro de la nube tormentosa era la que mantenía en suspensión a los granizos, hasta que caían al ir ganando peso y volumen. 

Dalton, fiel observador
Ya desde niño, John Dalton (1766-1844, conocido por describir el daltonismo) sintió atracción por la meteorología. Uno de sus mentores, John Gough, le sugirió que fuera anotando en un cuaderno las observaciones meteorológicas que había comenzado a hacer con instrumentos caseros. En 1787, Dalton comenzó una serie de estudios sobre los gases que forman el aire, los fenómenos atmosféricos y la observación meteorológica que se prolongarían hasta su muerte, en 1844. En esos 57 años acumuló del orden de 200.000 observaciones, anotando en sus cuadernos las mediciones diarias de temperatura, presión y precipitación acumulada en Manchester (Gran Bretaña), su lugar de residencia. Dalton fue el primero que postuló que la lluvia se forma como consecuencia de una bajada de temperatura y no por un cambio de presión, si bien, ambas variables están interrelacionadas. En 1793, John Dalton publicó su primera obra, ‘Observaciones y ensayos meteorológicos’, que en su momento pasó bastante desapercibida, a pesar de contener importantes aportaciones en el campo de la química. 




Wegener, meteorólogo extremo en Groenlandia
El científico y explorador alemán Alfred Wegener (1880-1930), conocido mundialmente por haber desarrollado la teoría de la deriva continental, estudió inicialmente astronomía, doctorándose en la Universidad de Berlín en 1904, pero por aquel entonces mostraba ya un interés creciente por la geofísica y por dos ciencias emergentes a principios del siglo XX: la meteorología y la climatología. En ese acercamiento a las ciencias atmosféricas debió de influir bastante su suegro, ya que se casó con la hija del meteorólogo ruso Vladimir Köppen, autor de la famosa clasificación de los climas. Alfred Wegener fue pionero en el lanzamiento de globos para estudiar las capas altas de la atmósfera y formó parte de una expedición danesa a Groenlandia, donde pasó un par de inviernos haciendo observaciones meteorológicas. A su vuelta a Alemania, en 1908, fue nombrado profesor de Meteorología en la Universidad de Marburgo. Posteriormente, también lo fue en la Universidad austriaca de Graz. Volvería un par de veces más a Groenlandia; murió de hipotermia en su última expedición, en 1930.

Hertz mide la humedad atmosférica
El físico alemán Heinrich Rudolf Hertz (1857-1894) fue el primero en demostrar la existencia de las ondas electromagnéticas, lo que llevó, entre otras muchas aplicaciones prácticas, al desarrollo de la radio.Hertz tuvo interés desde muy joven por la meteorología, aunque dicho interés fue diluyéndose a medida que se fue enfrascando en el asunto de las ondas hercianas (llamadas así precisamente en su honor). En su etapa universitaria de Berlín, teniendo como profesor al insigne Hermann von Helmholtz, publicó un artículo que versaba sobre la evaporación de los líquidos. También contribuyó al desarrollo de una nueva clase de higrómetro –instrumento que mide el contenido de humedad del aire– y desarrolló varios métodos gráficos que permitían determinar las características del aire húmedo cuando evoluciona adiabáticamente, es decir, sin intercambiar calor con el aire circundante. Posteriormente, cuando ya ejercía de profesor en Bonn, tuvo como ayudante a Vilhem Bjerknes, considerado el padre de la meteorología moderna.

Mendeleiev se interesa por el aire
El químico ruso cuyo nombre asociamos de inmediato con la tabla periódica de los elementos, Dimitri Mendeléiev (1834-1907), también hizo incursiones en el campo de la meteorología. Su interés por conocer las propiedades de determinados gases presentes en el aire le llevó a entablar contacto con algunos de los meteorólogos de la época. En 1879 viajó a Roma, donde participó en el II Congreso Meteorológico Internacional, en el que se reunieron 40 delegados de 18 países, con el principal objetivo de fomentar la cooperación entre ellos en materia meteorológica, aparte de dar a conocer las últimas teorías y avances sobre distintas cuestiones de índole atmosférica. En aquel histórico congreso, Dimitri Mendeléiev tuvo ocasión de hacer públicas sus investigaciones sobre los gases. También inventó un barómetro preciso y se sabe que en una ocasión subió en un globo para estudiar un eclipse de sol y efectuar observaciones meteorológicas

Descartes explica el arcoíris
Aunque tuvo a la filosofía como principal estandarte, un personaje tan polifacético como René Descartes (1596-1650) recorrió los caminos de la ciencia y abordó algunas cuestiones meteorológicas. Su conocida obra ‘Discurso del Método’, publicada en 1637, servía de introducción a tres importantes ensayos que vieron la luz ese mismo año: ‘La Dióptrica’, ‘La Geometría’ y ‘Los Meteoros’. En este último trabajo, ofrecía una explicación científica del arcoíris basada en los fenómenos de refracción y reflexión de la luz, para lo cual hizo un detallado estudio geométrico de las trayectorias de los rayos de luz al atravesar las gotas de lluvia. Aunque Descartes suele llevarse los honores de ser el primero en explicar el arcoíris, en honor a la verdad fue el veneciano Marco Antonio de Domini quien, en 1611, publicó un tratado donde afirmaba que dentro de cada gota de agua tenían lugar un par de refracciones y una reflexión interna de la luz.

Goethe, retratista de altos vuelos
El famoso escritor Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) fue uno de los principales impulsores del movimiento romántico y, gracias a sus aportaciones, cambió la visión que se tenía hasta entonces de la naturaleza. La atmósfera, como parte integrante de ella, cautivó a Goethe desde joven. Tuvo un especial interés y curiosidad por las nubes, que retrató en centenares de dibujos. Cuando, en 1803, el inglés Luke Howard sacó a la luz su clasificación de las nubes, Goethe quiso conocer de primera mano los avances que en esa materia había llevado a cabo el propio Howard, para lo cual inició una relación epistolar con él. Se especula, incluso, con que llegaron a conocerse en persona.

Stevenson encuentra teorías en el bosque
Los Stevenson, tanto el padre de Robert Louis (1850-1894) –el ingeniero Thomas Stevenson– como su abuelo y el hermano de este, se hicieron famosos en Escocia por dotar a los faros de un novedoso sistema de iluminación, en el que jugaban un importante papel los cristales estriados que rodeaban las bombillas. Desde joven, Thomas Stevenson mostró interés por lo que acontecía en la atmósfera. En 1864 diseñó una garita de madera que cumplía la misión de proteger los termómetros de la intemperie y garantizar unas medidas fiables de la temperatura del aire. En 1866 fue instalada una de esas garitas en el Observatorio de Greenwich, para posteriormente irse instalando otras en más observatorios, y terminar convirtiéndose en el único tipo de garita homologada por la Organización Meteorológica Mundial, bautizada en su honor: ‘garita Stevenson’. En ese ambiente familiar, Robert Louis, el autor de ‘La isla del tesoro’, también se aficionó a la meteorología. En mayo de 1873 presentó un trabajo en la Royal Society de Edimburgo que versaba sobre la influencia térmica de los bosques. También se sabe, por una carta que escribió a su madre durante una estancia en Alemania, que le pidió dinero para poder asistir a un congreso de meteorología que se celebraba en Leizpig.

Lamarck clasifica las nubes
En la primera década del siglo XIX, Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) publicó una serie de once anuarios meteorológicos –correspondientes a los años 1800 a 1810– en los que ofrecía pronósticos del tiempo, cuyos principales destinatarios eran los médicos, marinos y agricultores. En dichos anuarios, Lamarck elucubraba también sobre distintas cuestiones relacionadas con el medio atmosférico. Una de ellas fue la de las escurridizas nubes, que hasta ese momento nadie había sido capaz de clasificar. En su anuario de 1802, Lamarck publicó un estudio titulado ‘Sobre las formas de las nubes’, donde establecía hasta cinco tipos distintos, pero su clasificación no llegó a cuajar, llevándose el farmacéutico inglés Luke Howard el gato al agua.

Kant y los vientos alisios
Aparte de ser uno de los filósofos másimportantes de todos los tiempos, el autor de la 'Crítica de la razón pura' fue unestudioso de otras materias como la Cosmología y la Meteorología. En la segunda mitad del siglo XVIII, todavía quedaba lejos de nuestro alcance la capacidad de predecir el tiempo haciendo uso de las matemáticas y la física. Immanuel Kant (1724-1804) cultivó ese par de disciplinas durante sus primeros años como profesor en la Universidad de Köninsberg. En el semestre del verano de
1756 impartió unas clases de Geografía Física y, en los apuntes que preparó de la asignatura, enunció su particular teoría de los vientos, introduciendo en ella la idea de que la rotación terrestre influye en el
movimiento del aire; una teoría que, de forma independiente, había considerado también el capitán de la marina británica George Hadley. En aquellos años, fueron varios los eruditos que postularon teorías
capaces de explicar la aparición de los vientos alisios. Kant fue uno de ellos.