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martes, enero 29

Muñoz Seca: “Me podéis quitar todo, menos el miedo” I



(Un artículo de Javier Castro-Villacañas en el suplemento Crónica de El Mundo del 7 de agosto de 2011)
Era el autor teatral con más éxito, pero gran monárquico. Eso y sus «astracanadas» lo condenaron. […] Terminó asesinado en Paracuellos.

En el Madrid del «No pasarán» se quería salir al combate. Decenas de columnas de soldados esperaban junto al cuartel de la Montaña la orden de partida para acudir a las trincheras de la sierra oeste. El objetivo era afianzar ese frente de guerra: las laderas del Guadarrama, los montes de Cercedilla, el alto del León, el valle de El Escorial... impedir a toda costa que las centurias falangistas de Valladolid entraran sobre la capital. Junto a los milicianos (anarquistas, socialistas, comunistas) se agolpaban centenares de camionetas, vehículos variopintos y coches tuneados para el combate que colapsaban el paso por las calles de Ferraz y Princesa. El atasco llegaba hasta Moncloa, donde se habían colocado piezas de artillería y carros de combate. Madrid vivía, desde el chupinazo del 18 de julio, el jolgorio de la guerra “revolucionaria” y España entera se había convertido en un parque temático de asesinatos, metralla y sangre.

Aquel 7 de agosto de 1936 era un viernes de calor en mitad de un verano sin vacaciones y, para más inri, sin fiestas de San Cayetano: las más castizas de todo Madrid (prohibidas como todo lo que oliese a incienso y sacristía en aquella ciudad de puños en alto). Comenzaba, por tanto, un fin de semana diferente. Las emisoras de radio emitían un bucle interminable de consignas, arengas, discursos políticos, himnos desconocidos y propaganda bélica plagada de mentiras. Igual en zona nacional que en la España republicana. Verano azul y rojo aquel del 36. Los micrófonos de Unión Radio de Madrid se hacían eco, esa misma noche, de una pequeña noticia publicada en el ABC republicano: «Muñoz Seca ingresa en el calabozo. Procedente de Barcelona donde fue detenido, ha llegado a Madrid Pedro Muñoz Seca. Fue trasladado a la Dirección General de Seguridad, quedando ingresado en los calabozos». Paradojas de la guerra: mientras unos peleaban por salir de Madrid, otros daban con sus huesos en el km 0 de la Puerta del Sol.

La noticia tenía su importancia. Pedro Muñoz Seca, el de los bigotes largos, era el autor teatral más exitoso de la II República. Los datos lo confirman. De 1931 a 1939 en Madrid se estrenaron algo más de 500 espectáculos teatrales. En tomo al 80% (unos 400) fueron considerados comedias por sus autores y la crítica de su tiempo. A este género pertenecen los grandes éxitos de público de aquellos años. Por ejemplo, las más de 300 representaciones realizadas por Lo que hablan las mujeres, de los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, estrenada en 1932, o Morena Clara de Antonio Quintero y Pascual Guillén en 1935. El teatro de humor fue un género transitado por la mayoría de los autores del momento, como Jacinto Benavente, Francisco Serrano Anguita, Antonio Paso, Adolfo Torrado, Enrique Jardiel Poncela y, cómo no, Pedro Muñoz Seca. Él, el del bigote florido, fue el autor con más obras estrenadas en ese periodo, lo que le convierte, según los especialistas, en la figura más destacada del teatro cómico durante la II República.

¿Cuáles eran las acusaciones contra el popular autor de comedias? ¿Qué convertía a Muñoz Seca, con 57 años en 1936, en un sujeto peligroso para la España del Frente Popular? Las respuestas son tan sencillas como dramáticas. Muñoz Seca había creado un género propio, el muñozsequismo, un paso intermedio entre el juguete cómico de Vital Aza y el teatro propiamente de humor de Jardiel Poncela. Sus obras tenían sus peculiares señas de identidad: el sentido carnavalesco de la representación teatral (él había nacido en la ciudad gaditana de El Puerto de Santa María, el 21 de enero de 1879 y llevaba el carnaval en las venas). En sus obras se valía del impacto escénico de representar la caricatura de la caricatura, la dislocación de los personajes (son numerosos los ejemplos en las obras de Muñoz Seca donde los personajes se disfrazan de otros y aparentan lo que no son), el retorcimiento de las situaciones, todo ello decorado y ambientado en lo grotesco, en la bufa, en el sentido cómico de la chirigota... lo que los críticos definieron como el astracán. Pero junto a esta forma o estilo de hacer comedia, el teatro del gaditano representaba algo más, tenía una carga de profundidad más peligrosa: sus representaciones se habían convertido en la crítica política más mordaz contra la situación en aquella España.

Antes de que se proclamara la II República, el portuense ya era un autor de éxito. Su obra más famosa y de mayor renombre, La venganza de Don Mendo, se estrenó el 20 de diciembre de 1918 en el Teatro de la Comedia de Madrid. Desde entonces hasta hoy son incalculables las representaciones, versiones y adaptaciones que para cine, teatro y televisión se han realizado de este genial divertimento, todo un clásico de la escena española. Pero, por encima de todo, Muñoz Seca era un conocido propagandista y militante monárquico. El rey Alfonso XIII era un admirador de su teatro y confesaba abiertamente que las obras del escritor le hacían mucha gracia. Decía que las había visto todas. Incluso asistió en 1921 al estreno de La barba de Carrillo (nada que ver con el Santiago comunista cuyo destino se cruzaría con él en noviembre de 1936) y días después envió una carta al autor diciéndole que le agradecía los buenos ratos que le había hecho pasar con sus comedias. Muñoz Seca le contestó rápido: «La opinión de Su Majestad tiene para mí más valor que la de todos los críticos teatrales juntos, porque hay que ver lo difícil que es hacerle reír con los quebraderos de cabeza que tiene».

La fidelidad de Muñoz Seca a la casa real no se resquebrajó nunca. Era amigo personal del rey y vivió con amargura la caída de la monarquía. El 14 de abril de 1931, siendo él presidente de la SGAE, se negó a sustituir la bandera bicolor por la franjimorada en el mástil del edificio que albergaba entonces la sede de los autores. Fue a partir de este momento cuando el ingenio y la crítica de Muñoz Seca se agudizó, aún más, llegando a atravesar conscientemente la delgada línea roja de la corrección política republicana Dos ejemplos de esta producción de sátira política: La Oca y Anacleto se divorcia. La Oca (siglas del sindicato agrario andaluz libre Asociación de Obreros Cansados y Aburridos) es una caricatura de la implantación del sindicalismo anarquista en Andalucía, fue escrita junto a Pedro Pérez Fernández y estrenada la Nochebuena de 1931 en el Teatro de la Comedia. Fue un absoluto éxito de público, llegándose a realizar más de 200 representaciones.

Anacleto se divorcia es un juguete cómico en tres actos y fue estrenada en el Teatro de la Comedia el 2 de mayo de 1932. La ley de divorcio republicana se había promulgado el 2 de marzo de ese año y la trama de esta comedia trata sobre el divorcio solicitado de mutuo acuerdo por Anacleto, conserje de una fábrica, y su esposa, Baldomera. La crítica al divorcio de Muñoz Seca en esta obra bebe de los mismos argumentos que esgrimieron en el debate parlamentario las minorías conservadoras y monárquicas: el daño que el divorcio supone para la estabilidad social y que, en la práctica, la nueva ley solamente beneficia a las clases privilegiadas. «El divorcio está bien para los señoritos tanguistas... no para nosotros los pobres», dice al final de la obra un Anacleto arrepentido.