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viernes, agosto 31

Grigori Perelman: un matemático genial I

(Un artículo de Gonzalo Ugidos en El Mundo del 8 de julio)

Ninguno de sus vecinos afirmaría que el hombre de aspecto desaliñado del sexto que apenas pisa la calle posee una mente brillante. Resolvió la Conjetura de Poincaré,un enigma matemático durante 100 años, para luego retirarse del mundo.

[...] Grigori Perelman es uno de esos genios que visten con desaliño, parecen despistados y a menudo lo están porque su cabeza está abstraída en otros asuntos, en desvelar la opacidad del mundo, por ejemplo. Por fuera es idéntico a uno de esos personajes de Dostoievski de mirada alucinada y a veces perdida, fronterizos del misticismo y el delirio. Como un eremita, tiene una melena al desgaire, barba torrencial y uñas que se le curvan, comolas de los mandarines chinos. En sus adentros palpita una mente prodigiosa.

En Kúpchino, un suburbio dormitorio en el sur de San Petersburgo, hay un edificio alicatado de baldosas grises, un cubo de nueve pisos de apartamentos low cost. Los peldaños de cemento llevan a la sexta planta, hasta el apartamento n º 355, que tiene 65 metros y tres piezas. Grigori Perelman, 46 años recién cumplidos, vive en reclusión. No es un condenado a arresto domiciliario, es la vida que él ha elegido pudiendo haber tenido otra muy distinta. Porque es un prodigio de las matemáticas cuyo mejor registro ha sido resolver la Conjetura de Poincaré, uno de los enigmas matemáticos del siglo y un extraordinario regalo que ha hecho a la Humanidad.

El gran matemático francés Henri Poincaré hizo en 1904 una conjetura que pasó a llevar su nombre. Para entenderla son imprescindibles unas pocas ideas de topología, la rama de la geometría que estudia las propiedades de las figuras geométricas que permanecen invariables cuando son estiradas, reducidas,  deformadas o distorsionadas, siempre y cuando no sean rotas o agujereadas. Figuras con la forma de melones, cubos y bates de béisbol son topológicamente equivalentes puesto que pueden ser contraídas,
expandidas y transformadas una en otra, sin dividirse o agujerearse. El francés desarrolló los fundamentos de la topología, pero no logró extender del todo sus principios a un mundo de cuatro dimensiones, aunque supuso que cierta propiedad topológica de una esfera se mantenía para figuras análogas de más dimensiones. Confirmar o refutar esa sospecha se convirtió en uno de los "siete problemas matemáticos del milenio". Hicieron falta 100 años para que Perelman lograra demostrar la suposición de Poincaré y la convirtiera en un teorema; es decir, en una afirmación que puede ser demostrada matemáticamente.

Grisha -como lo llaman desde niño- empolló la solución él solo, enclaustrado durante ocho años, antes de entregar su prueba en 2002... y de desvanecerse en las sombras. Rechaza los honores y el dinero. Sobre todo, el dinero, como el millón de dólares que le ofreció la fundación americana Clay. Su actitud fue una sorpresa a medias, porque ya en 1996 había rechazado el premio para jóvenes de la Sociedad Matemática Europea y en 2006, la prestigiosa medalla Fields, dotada con 10.000 dólares y equivalente al Nobel de matemáticas. Aquella edición de la Fields se celebró en Madrid y los premios fueron entregados por el rey Juan Carlos. Perelman recibió un correo electrónico del comité encargado invitándolo, pero ni siquiera
respondió. Cuando el director del instituto Steklov, en el que había trabajado Grisha, le pidió explicaciones, contestó que los nombres de los miembros del comité eran secretos y él no participaba en conspiraciones. Su antiguo profesor Serguei Rukchin lo explicó alegando que "no soporta el mercadeo con los teoremas".

Sus vecinos no saben gran cosa de él, solo que aunque introspectivo, austero, puritano, ético y seco, da amablemente los buenos días cuando se cruzan con él en la escalera y sigue su camino con una ligera cojera, pero a buen paso. Parece un vagabundo, lleva un pantalón demasiado corto, zapatillas deportivas negras, un jersey de cuello vuelto gris y una americana de lana. Ante los anaqueles de un supermercado, el hombre dotado de una de las más poderosas capacidades de análisis, saca una lista de la compra y llena su cesto de siete cosas: melocotones secos, té verde, pan negro, uvas pasas, leche, manzanas y naranjas de oferta. Luego vuelve a su apartamento de Kúpchino.