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lunes, mayo 21

La vocación, según Rilke

(Extraído de un artículo de Pilar Cambra en El Mundo del 13 de mayo de 2012)

[...] La vocación, la profesión que un día elegimos libre y apasionadamente, es otra cosa: es, precisamente, lo que nos hace seguir adelante, lo que nos ayuda a sobrevivir en medio de las peores tormentas laborales. Ya pueden venir tifones, olas gigantes y terremotos que esa pequeña o gran llama de la vocación no se apaga, se mantiene incólume y da razones de nuestra esperanza aún cuando sobrevenga lo peor.

[...] Raine María Rilke es uno de los grandísimos poetas en lengua alemana, uno del escogido grupo de "los mejores". Nacido en Praga el 4 de diciembre de 1875, murió de leucemia en Suiza el 29 de diciembre de 1926. Su obra magna son las Elegías de Duino, que toman su nombre de un castillo en el que vivió. Rilke estudió, a su pesar y contrariado, en una escuela militar que calificó de "abecedario de los horrores"; más tarde pasó por la universidad siguiendo carreras de literatura, filosofía e historia del arte. Tuvo una turbulenta vida sentimental, con varias aventuras con mujeres casadas y solteras, y fue un viajero incansable: Italia, Rusia, Alemania, Francia, Dinamarca, Suecia, Holanda, Bélgica y España. Cautivado por la belleza, fue amigo íntimo del escultor Rodin y de los pintores Cezanne e Ignacio Zuloaga.

El 17 de febrero de 1903, Rilke inicia, desde París, una correspondencia -recogida en el libro "Cartas a un joven poeta"- con el joven poeta Franz Xaver Kappus. Y en esa primera carta se halla el párrafo lleno de pasión vital que retrata a la perfección qué es -y qué no es- la vocación profesional: "Nadie puede aconsejarle ni ayudarle. Nadie. Sólo hay un único medio: entre en sí mismo. Indague cuál es la causa que lo mueve a escribir; examine si ella expande sus raíces hasta lo más profundo de su corazón. Confiésese a sí mismo si moriría, en el supuesto caso de que se le privara de escribir. Ante todo, pregúntese en la más silente hora de la noche: "Debo escribir?". Hurgue dentro de sí mismo en busca de una profunda respuesta. Y si esta resultara afirmativa, si puede afrontar tan serio interrogante con un enérgico y sencillo "debo", entonces construya su vida según esa necesidad".

Substitúyase la palabra "escribir" por la que defina su oficio, su ideal profesional, su trabajo soñado y comprobará como casi nada tiene sentido [...] sin esa pasión que planta sus raíces en lo más hondo y fértil de nuestro corazón.