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jueves, mayo 3

El Juncal, historia de un naufragio II

(Seguimos con la historia de ayer)

El Juncal está considerado como el mayor tesoro hundido del imperio español. Su valor hoy en el mercado superaría los 3.000 millones de euros [...] Una montaña de plata y oro de unos 120.000 Kgs, haciendo un cálculo pesimista. Y mucho más, pues en el cargamento tambiñen iban depositadas las esperanzas y el futuro de muchos mercaderes, en forma de cajas de cotizado chocolate, sedas, valiosísimas tinturas (grana fina y salvaje, conchinilla, palo del brasil, entre otras) para la industria textil de lujo del viejo mundo.

De la flota de trece naves que zarpó de Veracruz rumbo a La Habana el Juncal era, a efectos de transporte de caudales, el auténtico navío insignia, por más que cerrara la comitiva. Desempeñaba el puesto de comandante en jefe el capitán general Manuel Serrano de Rivera, a bordo del Santa Teresa. El 22 de octubre, el Juncal acusó una segunda tanda de temporales, por lo que se decidió enfilar las costas de Campeche con la intención de embarrancar. Las vías de agua eran incontrolables. Aristizábal ordenó lanzar por la borda parte del cargamento y piezas de artillería. Se vieron obligados también a cortar el palo mayor para lograr estabilidad.

De poco sirvió que el almirante don Andrés de Aristizabal, que accedió al puesto por la muerte del general Miguel de Echazarreta, en Veracruz, animara a sus hombres en la contienda contra las fuerzas de la naturaleza. El azar había querido que la fabulosa remesa de metales preciosos quedara a cargo de un inexperto capitán de infantería.

Durante diez extenuantes jornadas, todos los tripulantes, soldados y pasajeros mantuvieron una titánica batalla contra el agua que invadía el casco. El mal mantenimiento durante la invernada en Veracruz y la fuerza de los elementos habían roto el galeón. Se achicaba agua con las bombas, con vasijas, con botijas; día y noche, por turnos.

Se resistió hasta el día 31 de octubre, el del hundimiento. El segundo piloto, tras inspeccionar los daños interiores, advirtió a sus compañeros: pongámonos bien con Dios, que ya no tenemos remedio; y luego desmayaron todos", declararía luego a sus superiores.

En el tiempo de tres credos, con Aristizábal vistiendo su hábito de Santiago, acaecieron escenas de confesiones públicas y oraciones ante la inminencia de la muerte. De los 400 tripulantes y pasajeros, sólo 39 se salvaron. Unos y otros pugnaron en su desesperación por hacerse con un espacio en la lancha de servicio. No se sabe a ciencia cierta lo acaecido en la pequeña embarcación, a pesar del proceso que se siguió después a los supervivientes.

Esta desgracia supuso una auténtica conmoción para las Españas de Felipe IV (el penúltimo monarca de la Casa de Austria y en cuyo reinado se consagra la decadencia del imperio español). El Juncal supone la pérdida del oro y la plata que debían enjugar parte de las deudas de la monarquía y financiar la política imperial en Europa. El desastre no afectó sólo a la Corona. Muchos comerciantes y pasajeros porteaban en las bodegas del desdichado galeón sus capitales. Con toda seguridad, el montante del oro y la plata transportados realmente en el bajel de Aristizábal arrojará una cifra muy superior a la recogida en los registros oficiales. Estamos ante uno de los grandes desastres de la carrera de Indias, equiparable a la desaparición de la flota de Tierra Firme de don Luis Fernández de Córdoba en 1605 y muy superior a los casos del Atocha, del Margarita (1622) o del Maravillas (1656). Mitos de la época aún hoy en pie.

Cuando la noticia llegó a Madrid, cinco meses después, la desolación se apoderó de la corte y el monarca quedó tocado, desesperado, ante la situación derivada del desastre.

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