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martes, febrero 7

El arte de arañar votos

(Extracto de un artículo de El Mundo publicado el 22 de enero y escrito por el enviado especial en EEUU)

De las aproximadamente 250 personas que en la noche del jueves estaban en el Yorktown con Newt Gingrich, este periodista sólo vio a un negro: un guardia de seguridad. Dado que en Charleston, donde está el barco, el 48% de la población es afroamericana, cabe preguntarse dónde estaban los aproximadamente 56.000 votantes de origen africano que viven en esta ciudad colonial en la que una planta de Boeing para construir su nuevo avión, el 787, ha compensado la crisis desatada por el colapso de la industria textil debida a la competencia china.

Pero los negros no solamente están ausentes de los mítines republicanos. Corren el riesgo de desaparecer de las elecciones al Congreso de los EEUU, y también a los legislativos de los estados. Lo mismo que los hispanos. Esto se debe a dos factores. Uno es un ejemplo de sofisticación tecnológica al servicio de una perversión electoral. Es decir, el diseño de los distritos electorales de modo que los negros y los hispanos no tengan mayoría en ninguno. El otro elemento es todo lo contrario. Porque las normas para acreditar la identidad del votante en EEUU son marxistas. De los hermanos Marx, se entiende.

Empecemos por la parte dramática: el rediseño de distritos de modo que los rivales se queden sin votos. Hay incluso una palabra para referirse a ello: gerrymandering. Es un término que procede del gobernador de Massachusetts Elbridge Gerry, que en 1812 fue un ilustre pionero de esa práctica al diseñar un distrito en forma de lagarto. Hoy, hay un distrito al Congreso en forma de croasán en Illinois, con el que los demócratas de ese Estado han liquidado por la vía de los hechos a un buen número de votos republicanos.

En Florida, otro distrito tiene 135 kilómetros de largo y 8 de ancho, al objeto de maximizar el voto republicano. Los distritos se diseñan por los Estados con los datos de cada nuevo censo. El último fue en 2010, justo el año en el que los republicanos lograron una victoria histórica en las elecciones del Congreso, de modo que están lanzados a una campaña para liquidar, con escuadra y compás, a los demócratas.

[...] En EEUU hay menos protección de datos que en España, y los partidos tienen bases de datos gigantescas compradas a empresas con las que clasifican a sus votantes. Por ejemplo, si se es subscriptor de la revista The Weekly Standard, se es republicano. Pero si se recibe The New Yorker, se es demócrata. Si se tiene un todoterreno que va con gasolina, se vota republicano, al contrario que si el coche es eléctrico.

A veces estos datos dan sorpresas: los mayores consumidores de pornografía son los conservadores y, dentro de ellos, los mormones. Súmese eso al uso de satélites para definir los distritos electorales y el resultado es el fraude electoral como una bella arte.

Luego viene el elemento marxista. En la mayoría de los estados de EEUU no hace falta presentar un documento con foto para votar; basta con enseñar, por ejemplo, la factura de la luz, o la cuenta del banco, donde aparezca la dirección postal del votante.

¿Sorprendido? Pues aún hay más: en EEUU no hay DNI, ni ningún documento oficial que diga quién es quién. Las pocas veces que eso se ha planteado, ha levantado una oleada de indignación porque podría ser el primer paso para la instauración de una dictadura. Así, el documento oficial más común es el carnet de conducir.

Y ahí se vuelve al mismo problema que con el gerrymandering: entre las minorías -negros, hispanos y nativos sobre todo- hay un 20% más de posibilidades de que una persona no tenga un documento con foto que entre los blancos.
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