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viernes, enero 27

Casto Méndez Núñez, el de la honra sin barcos III

(Y aquí la última parte)

Cuando los norteamericanos redoblen sus advertencias, Méndez Núñez les contestará lo mismo: "Más vale honra sin barcos que barcos sin honra", y añadirá que si los yanquis y británicos intervinieran, serían atacados también. No era una bravuconada: el gallego sabía que sus barcos eran mejores, y especialmente por la potencia de la Numancia. Y por otra parte, es que realmente era cuestión de honra: España tenía razón en el litigio -la deuda que Perú se comprometió a pagar- y, además, los chilenos habían capturado un barco español. Méndez Núñez advirtió con tiempo para que se evacuara a la población civil: en cuatro días, 40.000 personas salieron de la ciudad. El 31 de marzo de 1866 comienza el bombardeo de Valparaíso. Se ataca específicamente la Aduana, la Intendencia y la estación de ferrocarril, mientras los anglosajones se abstienen de intervenir.

Aquel bombardeo ocasionó muchas críticas internacionales. Entre otras cosas, se reprochó a los españoles el que atacaran un puerto sin defensas militares. Entonces Méndez Núñez decidió atacar el centro neurálgico de la defensa costera peruana: el propio puerto de El Callao, densamente fortificado (por ingenieros ingleses) y atiborrado de artillería. Fue el 2 de mayo de 1866.

En aquella época se consideraba que los buques no tenían nada que hacer frente a una buena fortificación costera, pero el gallego demostrará lo contrario. Primero, como en Valparaíso, avisó para que se evacuara a la población; los civiles que se quedaron allí fueron los enrolados en milicias por el Gobierno peruano en previsión de un desembarco español. No hubo tal desembarco -no había fuerzas que desembarcar-, sino un cañoneo intensísimo entre los dos bandos. Los barcos españoles sufrieron serios daños y el propio Méndez Núñez resultó herido, pero las defensas peruanas quedaron desmanteladas por completo. Y destrozado El Callao, los españoles abandonaron la zona.

Aquella batalla terminó sin vencedores ni vencidos. La propia guerra suramericana terminó sin un vencedor claro. Hoy, peruanos y chilenos se atribuyen la victoria porque los españoles se marcharon de allí. Pero los españoles se la atribuyen también porque las flotas chilena y peruana quedaron para el arrastre. Las dos cosas son verdad: el objetivo de los suramericanos era echar a los españoles; el de los españoles, castigar a los suramericanos. Todos cumplieron su misión.

Después, Perú intentó una operación de castigo contra los españoles en Filipinas, con asesoramiento norteamericano. No salió adelante porque Washington rectificó. En 1871, y precisamente en Washington, se firmaba un armisticio indefinido entre España y la coalición suramericana: Perú, Chile, Ecuador y Bolivia. En 1897, España y Perú firmaban una paz que ya sería definitiva, aunque después serían Perú y Chile los que entraban en guerra entre sí.

¿Y Méndez Núñez? El gallego volvió a España por el Atlántico, completando así la vuelta al mundo: nunca un acorazado de guerra había hecho nada igual. Don Casto fue recibido como un héroe popular, pero estaba muy maltrecho. Tanto, que cuando le ascendieron a teniente general, rehusó el nombramiento. En las convulsas jornadas de la revolución de 1868 alguien llegó a proponer que se le nombrara rey, nada menos, pero Don Casto ya estaba muy lejos de todo. Se retiró a su pazo de Pontevedra, donde murió en 1869 con sólo 45 años. Los médicos atribuyeron su muerte a las heridas recibidas en El Callao.

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