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martes, octubre 25

A la conquista de las empresas abandonadas

(Extraído de un artículo de Juan Pablo Campos en el Heraldo de Aragón del 26 de septiembre de 2010)

[...] En diciembre de 2001, la economía argentina reventó en pedazos, la mitad de la población quedó en la pobreza casi total y miles de pymes fueron barridas del mapa. No obstante, sin la quiebra del sistema -la especulación sobre la deuda del país, el "corralito", o la nueva convertibilidad del peso-, la mayoría hubiera seguido funcionando. Muchos de estos negocios fueron abandonados por sus dueños Ni entregando todos sus activos a sus deudores -bancos, proveedores y plantilla- podían pagar los pasivos exigibles. Los empleados más veteranos se vieron en la calle y sin futuro. Sin embargo, por experiencia sabían que sus empresas eran viables, pues no eran errores de gestión lo que había provocado los cierres.

Así que, a partir de 2002, como parte del movimiento de protestas y desobediencia civil posterior a la crisis, muchos se fueron agrupando para recuperar las fábricas u oficinas donde se empleaban y reocupar expeditivamente sus trabajos. Por ello, al menos la mitad de estas empresas están sometidas a demandas de propiedad aunque, en la mayoría de los casos, los juzgados fallan a favor de los ex-empleados, que argumentan el abandono del inmueble, del nombre comercial y de las deudas. Alrededor de 20.000 personas conforman este fenómeno social, empresarial y organizativo de las empresas recuperadas.

El origen social de los recuperadores suele ser modesto, lo que hace más meritoria su capacidad para sanear, rentabilizar y dirigir una organización. Por otro lado, la creación empresarial como experiencia colectiva evidencia que hay que revisar el mito y el discurso del emprendedor: se dan más formas de crear riqueza y trabajo. Hablamos de recuperaciones en sectores con mucho valor añadido y competitividad: fabricantes de lavadoras (Renacer electrodomésticos), vehículos industriales (Tractores Pauny), textil (confecciones Bruckman), azulejeras (Zanon), construcción de embarcaciones (astilleros Almirante Brown), medios de comunicación (El Diario de la región), salud (Clínicas Medrano) y educación (instituto Comunicaciones).

Sea como fuere, la necesidad hace virtud. La falta de cualificación, de formación, incluso de presencia y apariencia, se suple con la experiencia vivida. Esto es, el saber hacer entretejido con quienes han compartido por años la faena. Es llamativa la ausencia de mandos medios y disrectivos profesionales. Los antiguos jefes no suelen participar en el proceso de recuperación, pues aunque sus conocimientos teóricos y técnicos pueden añadir rentabilidad, saben que no van a recobrar el poder que poseían y lo que rodea a éste en forma de salarios y distinciones. El hecho de que sus empresas funcionen sin ellos sugiere que los cargos y mandos medios son también productos básicos, indeferenciados en lo medular tanto como los puestos de línea. La diferenciación en un ejecutivo procederá de otros ámbitos, pero lo que este fenómeno enseña es que se puede debatir la calidad superior de sus decisiones. La inteligencia del grupo bien conjugada equilibra carencias.