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martes, abril 5

Obsolescencia programada

(Leído en el suplemento Eureka de El Mundo del 9 de enero)

Obsolescencia programada. Bajo este enrevesado nombre se esconde un fenómeno que todo consumidor ha experimentado: los productos que se compran, por mucho que se mimen, se estropean en un tiempo determinado y su reparación es casi imposible: o no tienen arreglo o económicamente no compensa. Hay que tirarlo y adquirir uno nuevo.

Sin embargo, no todos los compradores saben que ese periodo de tiempo en el que el objeto dejará su vida útil ha sido cuidadosamente planificado por ingenieros y diseñadores. Es una dinámica que surgió a principios del siglo XX, cuando se concluyó que el consumo era el único motor económico posible. Este planteamiento se ha vuelto en contra del pequeño planeta que este año está a punto de albergar 7.000 millones de seres humanos.

Los secretos de esta obsolescencia programada han sido estudiados por un equipo de la productora de documentales Media 3.14, bajo la dirección de la alemana Cosima Dannoritzer, que durante tres años buceó en las entrañas del capitalismo para sacar a la luz los orígenes y las consecuencias de una fecha de caducidad que es cada vez más temprana. El título es reflejo de la acción cotidiana: Comprar, tirar, comprar, que se emitió en la 2 y puede verse en:

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20110109/comprar-tirar-comprar/983391.shtml

La historia de la obsolescencia planificada se fraguó en una reunión de fabricantes de bombillas, que se unieron en el cartel Phoebus en 1924. Querían impulsar su negocio y para ello decidieron que lo mejor era acortar su vida para aumentar la producción. Era el objetivo contrario all que los fabricantes habían tenido hasta entonces: la calidad como objetivo para triunfar en las ventas. De hecho, una bombilla del parque de bomberos de Livermore (California) lleva encendida, sin interrupción, desde 1901. Va camino de los 110 años en activo.

Aunque no todas aguantaban tanto, si era normal que llegaran a las 2.500 horas. En Phoebus lo limitaron a 1.000. Aún hoy esa sigue siendo la vida de una bombilla incasdescente aunque, como apuntan en el documental, se han diseñado otras que superan las 100.000 horas que nunca se han comercializado. Ahora las de bajo consumo llegana 8.000 horas.

Algo distinto pasó con los coches. "Se incluyen porque es un caso claro de cambio en las reglas para seguir vendiéndolos cuando todo el mundo tuviera el producto. La durabilidad se trocó por el diseño: GM empezó a sacar cada año un modelo, que se vendía como churros", recuerda el productor Juan Ubeda.

Dannoritzer incluso localizó la propuesta que, en plena Gran Depresión, formuló el inversor Bernard London: quería hacer obligatoria la obsolescencia, es decir, que todos los productos se tiraran a la basura en una fecha y quien no lo hiciera pagara una multa. Era su fórmula para acabar con el paro pero afortunadamente no tuvo eco. "La idea de London resurgió en los años 50, si bien ya no se trataba de obligar al consumidor sino de seducirle", apunta Dannoritzer. Para ello se puso en marcha la maquinaria publicitaria. Siempre se podía ofrecer un producto un poco mejor o un nuevo diseño aunque fuera peor o más prestaciones innecesarias... Había que generar insatisfacción, un principio que sigue vigente y que carga la obsolescencia programada en el deseo del consumidor. Los problemas éticos que en un principio tuvieron los ingenieros por tener que hacer peor su trabajo pasaron a ser una asignatura en las escuelas con el nombre de "ciclo de vida de un producto".

Hoy no hay consumidor que no mire al pasado y recuerde que antes los coches eran más duros, los móviles duraban más tiempo, o los electrodomésticos grandes y pequeños pasaban de mano en mano durante muchos años. Y si se estropeaban, siempre se podía acudir al servicio de reparaciones. Pero eso es historia. Ahora las baterías se funden a los dos años y las impresoras llevan un chip incorporado que las inutiliza a un número determinado de copias, como explica Marcos, un usuario que consiguió reparar la suya.

¿Problema? Sólo en electrónica se generan 50 millones de toneladas de basura al año, que acaban en Asia o África. Ghana y Nigeria son "países vertedero", donde la obsolescencia programada se convierte en veneno. Se calcula que sólo un 25% se recicla en los países fabricantes siguiendo una normativa que no viaja con los desechos. "¿Hasta cuando aguantará el planeta?", se preguntan en el documental. Todo dependerá del éxito de las nuevas propuestas sostenibles que están surgiendo. El tiempo apremia.

Algunos ejemplos

Lavadoras. Durante la guerra fría, en el bloque del Este, las lavadoras debían durar 25 años por ley. Y se cumplía. Ahora su vida se situa entre los 10 y los 15 años.

Impresora. Algunas llevan incorporado un chip que las bloquea al llegar a un número de copias. Hay software en internet que las desbloquea y siguen funcionando.

Pantallas de plasma. Duran unas 20.000 horas, pero para entonces su luminosidad será menor al 50%. En las primeras 1000 horas ya pierde un 5%.

Nylon. En 1940, la empresa DuPont patentaba una fibra que sustituiría a la seda y el rayón en las medias femeninas. Su resistencia, que impedía que se rompieran, acabó convirtiéndose en un problema. Durante la 2ª Guerra Mundial, todo el nylon se utilizó para material bélico, pero al acabar el conflicto los fabricantes decidieron que había que eliminar compuestos que protegían el tejido para que su duración no fuera excesiva. Las carreras volvieron a las medias de las mujeres.