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miércoles, diciembre 1

El telescopio Herschel

(Extraído de un artículo de Rosa M. Tristán publicado en el suplemento Eureka del 24 de octubre)

Corría el año 1790 cuando el rey Carlos IV, gran amante de las artes y las ciencias, encargaba al prestigioso astrónomo alemán William Herschel la construcción de uno de sus telescopios. Quería que fuera el mejor que hubiera hecho hasta entonces y se instalaría en el Real Observatorio de Madrid (ROM), construido en lo que hoy es el Retiro.

Herschel, que para entonces ya había descubierto el planeta Urano y otros muchos objetos cósmicos, cumplió el encargo real: en 1802 llegaba a Madrid, desmontado, un telescopio con un espejo de bronce pulido de 60 centímetros de diámetro y una longitud focal de 7,5 metros. Por desgracia, las tropas napoleónicas lo destrozaron en 1808, cuando instalaron un polvorín en el lugar.

Más de 200 años después, el famoso telescopio ha "resucitado" en su emplazamiento original y puede ser visitado con cita previa, al igual que muchos otros instrumentos científicos históricos que han ayudado a conocer la Tierra y el universo.

Sin duda la joya de la corona es el telescopio de Herschel. "Era más manejable que el que había hecho de 1,22 mts en su país, y más potente que el que utilizó en la mayor parte de sus descubrimientos", afirma Rafael Bachiller, director del Observatorio Astronómico Nacional.

La idea de replicar el telescopio fue de José Gómez, subdirector de astronomía, geodesia y geología. "Lo único que había sobrevivido a la destrucción napoleónica fueron el espejo y los planos, rescatados por los astrónomos de la época. [...] Es igual que el que hizo Herschel, pero en madera de teca. Ahora es una pieza única en el mundo. Y funciona".

Para observar el cosmos, debía subirse a una especie de balconada en una silla-ascensor que funcionaba con poleas. Además, llevaba adjuntos otros dos telescopios pequeños con los que buscaban las referencias. No hay constancia que desde el cielo de Madrid se descubriera nada interesante, pero Bachiller recuerda que el manejo del telescopio no era nada fácil.

Aunque no se usa, si se puede visitar [...], al igual que las salas de exposiciones que lo acompañan en el ROM, tanto en el edificio realizado por Juan de Villanueva en 1790 como en el más reciente de Antonio Fdez. Alba, premio nacional de arquitectura. Se trata de un complejo científico en el que Carlos IV quiso levantar un auténtico templo de las ciencias de la Tierra y del universo, que tropezó con la invasión napoleónica y que no sería terminado hasta 1843, reinando Isabel II.

Una de sus primeras misiones fue hacer el Mapa del Rey, como se llamaba entonces a la cartografía del país. También era el lugar de las observaciones meteorológicas. Durante 22o años se acumularon entre sus muros infinidad de instrumentos que servían para medir el electromagnetismo, estudiar geología y sismología, y hasta determinar la hora exacta. Aún se oye el tic tac de los relojes que, hasta la llegada de la física atómica, determinaban la hora precisamente según el giro de la Tierra. [...]

Poco provecho se sacó del Herschel, pero en el siglo XIX y buena parte del XX, los astrónomos observaron el espacio desde el ROM con otros telescopios igualmente eficaces, con heliómetros que medían el diámetro del Sol, cronoscopios que determinaban el tiempo o prismas para detectar la temperatura de las estrellas.[...]

Allí están también las herramientas utilizadas para determinar los vértices geodésicos, de los que hay 11.000 distribuidos por la geografía española para determinar posiciones de latitud, longitud, y altura. Y las que se usaron para crear la cartografía magnética.

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