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sábado, noviembre 27

Sobre la lucha entre el bien y el mal

(Un cuento de Paulo Coelho publicado en el XLSemanal del 14 de junio de 2009)

Persia: el hombre como aliado del bien
La primera historia de que se tiene noticia sobre la división entre el bien y el mal nace en la antigua Persia: el dios del tiempo, después de haber creado el universo, se da cuenta de la armonía que lo rodea, pero siente que le falta algo muy importante: una compañía con quien disfrutar de aquella belleza.
Durante mil años, él reza para conseguir tener un hijo. La historia no dice a quién se lo pide, ya que es todopoderoso, señor único y supremo. Aun así, él reza y termina generando un hijo en su interior.

Al percibir que consiguió lo que quería, el dios del tiempo se arrepiente, consciente de que el equilibrio de las cosas era muy frágil. Pero es demasiado tarde, su hijo ya está en camino. Todo lo que él consigue con su llanto es hacer que el hijo que traía en el vientre se divida en dos.
Cuenta la leyenda que de la oración del dios del tiempo nace el bien (Ormuz) y de su arrepentimiento nace el mal (Arimán), hermanos gemelos.

Preocupado, él arregla todo para que Ormuz salga primero de su vientre, para controlar a su hermano y evitar que Arimán cause problemas al universo. No obstante, como el mal es astuto y capaz, consigue empujar a Ormuz en el momento del parto y nace primero.

Desolado, el dios del tiempo resuelve crear compañeros para Ormuz: hace nacer la raza humana, que luchará con él para dominar a Arimán y evitar que el mal se haga dueño de la situación.
En la leyenda persa, pues, la raza humana nace como aliada del bien y, según la tradición, vencerá al final. Otra historia sobre la división, no obstante, surge muchos siglos después, esta vez con una versión opuesta: el hombre como instrumento del mal.

La Biblia: la división trae dolor y sufrimiento
Pienso que la mayoría de los lectores sabe a lo que me refiero: un hombre y una mujer están en el jardín del Paraíso, gozando de todas las delicias imaginables. Sólo existe una única prohibición: la pareja jamás puede conocer lo que significan el bien y el mal. Dice el Señor Todopoderoso (Génesis, 17): «Del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás».

Y un buen día surge la serpiente, la cual asegura que este conocimiento era más importante que el propio Paraíso y que ellos debían poseerlo. La mujer se niega, diciendo que Dios la amenazó con la muerte, pero la serpiente le garantiza que no le sucederá nada de eso: por el contrario, el día en que conozcan lo que es el bien y el mal, serán iguales a Dios.

Convencida, Eva come el fruto prohibido y da parte de él a Adán. A partir de ahí, el equilibrio original del Paraíso se deshace y los dos son expulsados y maldecidos.

En la tradición bíblica, el ser humano es cómplice del mal que se extiende sobre el planeta.

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