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domingo, agosto 15

Aragón, Reino, Casa y Corona

(Sacado de un artículo de la revista publicada por Ciudad de la Automoción s.a.)

Un cierto nacionalismo catalán no acepta los nombres de Casa de Aragón y Corona de Aragón, al igual que ciertos aragoneses confunden la parte con el todo. Esto es, el Reino de Aragón (un elemento) con la Corona de Aragón (el conjunto de estados que tenían un soberano común, siendo uno de ellos el Reino de Aragón).

¿Por qué desde hace siglos en todo el mundo se llama Corona de Aragón a esa Monarquía y Casa de Aragón a su dinastía? Es sencillo: porque era el nombre que tenían y el que usaban los propios reyes de Aragón y sus contemporáneos. Ningún soberano de esa monarquía se denominó nunca "conde-rey" (como nadie llama al Papa "obispo-papa") ni hubo reyes de Cataluña. El nombre que ellos se daban y por el que todos les reconocían era el de reyes de Aragón, titulares de la Casa y la Corona de Aragón. Cuando usaban la titulación extensa, el título condal barcelonés (no catalán) iba detrás de los regios (rey de Aragón, Valencia, Sicilia, Mallorca, etc) por razones de etiqueta convencional. Ese título condal, empero, era de tanta importancia que el monarca lo usaba omitiendo otros de mayor rango: "rey de Aragón y conde de Barcelona", a secas.

El prestigio del título barcelonés se debía a su antigüedad y a que, con el tiempo, reunió a los demás condados de lo que luego sería Cataluña. Aquella monarquía empezó en el siglo XII por la alianza entre un rey de Aragón y un conde de Barcelona cuando sus tierras no eran colindantes, pues Barcelona no poseía Pallars, Ampurias, Arán o Urgel y, menos, las musulmanas Lérida y Tortosa. No existía ni siquiera la palabra Cataluña. De ahí que el de conde de Barcelona, que se remonta al siglo IX, fuera, ayer y hoy, uno de los más preciados títulos de la monarquía hispánica.

Cuando se casaron Petronila, reina e hija del rey Ramiro II, y el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, este aceptó de forma expresa a su suegro como "rey, señor y padre" en los dominios de ambos. Quiere decirse -Antonio Ubieto lo estudió bien- que Ramón pasó a tenerse no sólo por súbdito y vasallo de Ramiro, sino por hijo suyo. Por eso no existe la casa real de Barcelona sino la de Aragón.

Son motivos de peso, pero hay más. Los propios titulares de la soberanía (reyes de Aragón y condes de Barcelona) hablaron siempre de la Casa de Aragón o Casa Real de Aragón y nunca de una Corona o "confederación" catalanoaragonesa -un grave anacronismo para aludir a tiempos feudales: para ellos 'confederación' era un tratado con un Estado extranjero- ni de Corona Catalana, como aparece en algún folleto turístico, sino de Corona de Aragón.

En el siglo XIV, el rey más puntilloso con estos asuntos, llamado por eso el Ceremonioso, escribió en catalán una crónica en donde reitera con gran abundancia las menciones a la 'Casa d'Aragó' y a la 'Corona d'Aragó', en la que incluye a Cataluña y al 'Regne de València'. En cuanto a su propia Casa, la denomina, con justeza, de Aragón y la pone en parangón con la de Castilla: "Pensant que la Casa de Castella seria unida de gran amor a la Casa d'Aragó". Cuando recobró el reino feudatario de Mallorca, incorporó "lo dit regne -son sus palabras- a la nostra Corona Reial d'Aragó". Y así lo demás.

Pedro IV, muy atento a la majestad del "senyor rei de Aragón", se negó a jurar los fueros catalanes en Barcelona sin coronarse antes rey de Aragón en Zaragoza y dirigió una "fort gran reprensió" a quienes se lo pidieron, hasta el punto de hubieron de ir a Zaragoza delegados de Barcelona, Lérida, Gerona y otros lugares catalanes a pedirle perdón: "E ens suplicaren que els perdonnàssem", lo que Pedro gallardamente hizo.

[...] Cataluña no fue reino, pero los catalanes tenían rey: el de Aragón, según se llamaba él y lo llamaban los demás.