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miércoles, febrero 3

Chicles

(Información extraída del Magazine de El Mundo publicado el 17 de enero de este año)

El chicle, algo que parece tan actual, se conocía varios miles de años antes de Cristo. Concretamente, nueve años tiene la goma de mascar más antigua encontrada hasta el momento: un trozo de resina de abedul con marcas de dientes hallado en Suecia.

Efectivamente, la goma de mascar y el silex son contemporáneos. Los griegos usaban con el mismo objetivo la resina de un árbol llamado mastic, mientras que los mayas obtenían la suya del chicozapote. La bautizaron sicte, nombre que los aztecas cambiaron por tzictli, de donde deriva la palabra chicle. John B. Curtis, allá por 1848, se convirtió en el primer comercial del sector. Pero no fue él sino William Finley Semple, quien registró la patente el 28 de diciembre de 1869. Ese mismo año, Antonio López de Santa Anna, controvertido dictador y militar mejicano, introdujo el latex de zapodilla en Estados Unidos, aunque con un uso diferente al que se le da actualmente.

Santa Anna aprovechó su exilio en el pais norteamericano para asociarse con el industrial Thomas Adams e intentar vender el latex como substitutivo del caucho para la fabricación de neumáticos. El intento fracasó, y Adams se lo afreció a farmaceúticos de la costa este de Estados Unidos con su antiguo uso, el de goma de mascar. Dos años más tarde, el empresario estadounidense patentaría la máquina de fabricar chicles. Todavía no tenían sabor pero no tardarían en adquirirlo, y por partida múltiple: en 1888 Adams lanzó su chicle tutti-frutti para
venderlo en máquinas expendedoras del metro de Nueva York. Así, se convirtió en el el fundador de una industria cuyo crecimiento económico resultaría tan elástico como el propio producto. En 2003, Chiclets Adams fue vendida a Cadbury Schweppes por 4.200 millones de dólares.

Desde su invención hasta nuestros días lo que sí han cambiado son los ingredientes del producto. Aunque aún puede encontrarse chicle fabricado con resinas naturales, la mayoría se produce a partir de ingredientes sintéticos. La goma base supone el 20% del producto y es el secreto de su éxito, razón por la cual ningún fabricante revela su fórmula. Se sabe que contiene elastómeros que afectan a la elasticidad del chicle y resinas que determinan la pegajosidad y permiten hacer globos de más o menos tamaño.

Las ceras, las parafinas y los aceites hidrogenados determinan la dureza de la mezcla, y los emulgentes y antioxidantes la mantienen húmeda y aumentan su vida útil. Es la proporción de estos ingredientes en la base la que diferencia a unos chicles de otros.

La española Cafosa es uno de los principales productores de goma base del mundo. La composición del producto es secreta, se hace a medida para cada fabricante de chicle. Cuando éstos reciben la goma base, ésta tiene aspecto de ladrillo blanco e inflexible que no invita a mascarlo. Un horno se encargará de ablandarla para que los operarios puedan manipularla. A continuación, se vuelca en una amasadora y se añade el ingrediente más importante en lo que a cantidades se refiere: el azúcar, que constituye el 60% de la masa final. En este estado la masa ya se podría masticar pero hace falta algo más: sabor. El aroma se añade, junto con el colorante y los humectantes - que mantendrán la masa blanda- en último lugar. Una vez que la mezcla alcanza la temperatura adecuada, se descarga de la amasadora, se da forma, se corta y finalmente se envuelve.

Cada año salen unas 374.000 millones de unidades de las fábricas de todo el mundo. Turquía es, con 60 empresas, el mayor productor del mundo.

Desde otro punto de vista, un chicle tarda cinco años en biodegradarse. No es mucho si lo comparamos con los 100 que requiere una botella de plástico pero los chicles se quedan pegados y, según el ayuntamiento de Barcelona, eliminarlos cuesta 0,06 € por unidad.

Su presencia se ha convertido en una pesadilla para muchas ciudades, lo su que llevó a Singapur a prohibir y penar con cárcel su consumo y venta en 1992. Presionado por Estados Unidos, el país asiático levantó el veto en 2004, pero sólo para 19 tipos de chicle de uso medicinal que se compran con receta. En cualquier caso, dada la poca efectividad de sanciones y prohibiciones, el Consorcio Chilero, que reúne a 2000 productores mayas, ha fabricado un chicle orgánico que se biodegrada en seis semanas. Es el chizca, creado a partir de la savia del árbol mejicano. De momento se comercializa sólo en Inglaterra, pero, ¿quién sabe? Quizá pronto lo veamos por aquí.