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miércoles, diciembre 17

Sobre los comunes y el agua

(Leído del suplemento económico de El Mundo, ya hace un tiempo -el 8 de junio de este año-. Lo escribió Eduardo Martínez Budría, profesor en la Universidad de La Laguna, y aunque soy de las que está en contra del transvase fluvial, no deja de ser interesante leer un punto de vista de
alguien que mira más allá de su ombligo. Que es lo que hacemos casi todos, no lo olvidemos.)

[...]

William Foster Lloyd, un aficionado a las matemáticas, escribió en 1883 en una revista de escasa relevancia científica un artículo en el que cuenta la siguiente historia. Había unos pastizales sin propietario donde los pastores de la zona llevaban a las ovejas sin reglas ni supervisión. Uno de ellos pensó en llevar una oveja más, al fin y al cabo eso tendría un efecto mínimo sobre el pastizal. Pero cada pastor pensó lo mismo y la suma de todos los efectos mínimos acabó arruinando el pastizal y a los pastores.

En 1968, Garrett Harding retomó el tema y publicó The tragedy of the commons en la revista Science, que se ha convertido en uno de los artículos con mayor impacto de la historia de la Ciencia.La tragedia de los comunes muestra que un recurso de libre disposición -común- está
condenado a su desaparición y, además, los que explotan el recurso acaban en la ruina.

Aquí, la palabra tragedia tiene el sentido de inevitable que procede del teatro griego. Efectivamente, los comunes pertenecen a los denominados problemas sin solución técnica y pueden verse como una generalización a muchos jugadores de un dilema del prisionero. De manera informal, un dilema de prisionero es una situación en la que dos individuos implicados en la misma alcanzan un mal resultado cuando los dos son conscientes de que podrían haber obtenido uno mejor. Lo peor del dilema en el sentido trágico es que los que se encuentran en él no pueden salir por sí solos, como pudieron comprobar los jugadores del concurso televisivo Doble o Mitad.

Pero la relevancia del artículo de Harding va mucho más allá de un concurso de televisión. De hecho, se encuentra en la importancia de las situaciones que es capaz de describir. Por ejemplo, son comunes modernos los siguientes: el uso del agua, la contaminación del agua, la contaminación atmosférica, la sobreexplotación de la pesca y hasta la congestión del tráfico en las ciudades. Por ello, la Tragedia de los Comunes es uno de los principales problemas del ser humano, y la búsqueda de soluciones que eviten la tragedia y consigan una explotación no destructiva del común, es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta.

Las soluciones que se han dado son dos: la regulación del uso del recurso mediante una autoridad o la privatización del recurso. Ambas soluciones pueden lograr una gestión eficiente. Los comunes localizados en un sólo país pueden ser objeto de cualquiera de las dos soluciones, pero la dificultad aumenta cuanto mayor es el número de naciones implicadas y es máxima cuando todo el mundo está inmnerso, como es el caso de la buena gestión de la atmósfera.En general, para la mayoría de los comunes y de los países, la solución mediante la autoridad es más fácil de llevar a cabo y también tiene mayor aceptación por parte de la población.

En el caso de la gestión del agua, existe en España una institución que ha venido funcionando relativamente bien gestionando el común al nivel de cuenca: la Confederación Hidrográfica. La gestión intercuencas descansaba en el propio Gobierno. Sin embargo, después de las reformas
estatutarias de la pasada legislatura, las Confederaciones son inoperantes para las decisiones relevantes, y las decisiones intercuencas están condicionadas por algunos estatutos. Es decir, la
Autoridad en la gestión del común, que sólo puede ser estatal para lograr la eficiencia, está en entredicho y el desorden hidráulico no puede ser mayor ¿o sí? Este caso, como algún otro, debería llevar a reflexión al partido gobernante y, en particular, al presidente del gobierno.

Existen intereses nacionales que no son la suma de los intereses de las comunidades autónomas y que sólo pueden ser defendidos por el Estado, ya que la lógica de las autonomías y la responsabilidad, incluso en el sentido histórico, de sus gobernantes es diferente -por favor lean las referencias a la responsabilidad histórica que hace Peter Esterházy en la Armonía Celestial-. Si los legalmente obligados a defender y asumir intereses nacionales no lo hacen, las comunidades autónomas ocupan su lugar y el futuro será cada vez más conflictivo. El agua, la justicia, las infraestructuras nacionales, la política exterior, las pensiones o las leyes marco sobre educación y sanidad requieren de una Autoridad nacional con política propia y no de un coordinador de políticas autonómicas.Sólo así se podrá evitar la tragedia, en el sentido griego, del común e impediremos que, cada vez en más ámbitos, volvamos a oír la frase que encarna el símbolo de la insolidaridad: Ni Una Gota.

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