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martes, noviembre 11

Que viene el lobo

(Leído hoy mismo en cotizalia.com. Y es que hay veces que nadie quiere escuchar a Casandra, por mucho que se desgañite)

Fannie Mae presentó ayer lunes unas pérdidas para el tercer trimestre de 22.600 millones de dólares. Son sus primeros resultados después de que el Gobierno estadounidense tuviera que hacerse cargo de la firma el pasado mes de septiembre, junto con Freddie Mac, tras inyectarles unos 140.000 millones de dólares. Un rescate de urgencia para salvar a dos víctimas del momento que hace diez años iniciaron una política comercial que muchos expertos consideran como el origen de la actual crisis.

La bola de nieve echó a rodar en septiembre de 1999. Por aquel entonces, Fannie Mae Corporation decidió ampliar su ámbito de acción, con una política destinada a permitir que incrementara el porcentaje de propietarios de una vivienda entre las minorías étnicas y las personas con menos ingresos. Para ello, la entidad ofreció requerimientos más sencillos para permitir el acceso a los préstamos hipotecarios que emiten bancos y otras entidades financieras.

El plan comenzó con un programa piloto que incluyó a 24 bancos operativos en 15 mercados diferentes, incluyendo el área metropolitana de Nueva York. La iniciativa estaba destinada a animar a los bancos a extender la concesión de hipotecas a ciudadanos cuyo perfil no era lo suficientemente bueno (solvente) como para obtener un préstamo convencional. La prueba piloto era el primer paso para un plan a escala nacional que comenzó a implantarse en la primavera de 2000.

Ya por aquellas fechas, Fannie Mae era el mayor asegurador nacional de préstamos hipotecarios. Sin embargo, su cambio no fue fruto de una decisión madurada. Según recogió entonces en una de sus informaciones el diario The New York Times, su nuevo rumbo estratégico había estado bajo presión por parte de la Administración Clinton, interesada en que interviniera como asegurador de los clientes con dificultades para contratar una hipoteca.

Fannie Mae no lo tuvo fácil. Por un lado, debía hacer frente a las presiones de la Casa Blanca, mientras que por otro tuvo que lidiar con la resistencia de sus accionistas, que no querían ver peligrar los números de la cuenta de resultados. Durante ese periodo, el secretario del departamento del Housing and Urban Developement (HUD), el demócrata Andrew Cuomo, abrió una investigación ante la existencia de denuncias contra Fannie Mae y Freddie Mac por discriminación racial a la hora de asegurar hipotecas.

Bancos, entidades de crédito y financieras también empujaron lo suyo. Todas presionaron para que Fannie Mae les ayudara comprándoles más hipotecas prestadas a los clientes llamados subprime. Estos clientes eran aquellos cuyos ingresos, solvencia y ahorros no eran lo suficientemente buenos para adquirir una hipoteca convencional y se veían abocados a recurrir a compañías financieras que cobraban por estos préstamos unos intereses mayores (hasta un 4% más que al precio del mercado).


La medida impulsada a través de Fannie and Freddie pretendía rescatar de los préstamos usureros a las clases más desfavorecidas, generalmente concentradas en las minorías raciales. Según datos de un estudio recogido por The New York Times, el 18% de las hipotecas de clientes subprime eran clientes negros, mientras que sólo un 5% de las hipotecas vendidas en el mercado convencional pertenecía a ciudadanos de este colectivo.

El cambio entrañaba riesgos. Ya entonces los expertos eran conscientes de lo que podía venirse encima. Así lo dejaron dicho. En tiempos de euforia económica como los que se vivían entonces el nuevo sistema no entrañaría peligros. Sin embargo, la aseguradora hipotecaria podría incurrir en problemas si se produjera un cambio de ciclo, situación que obligaría al Gobierno a acudir a su rescate, como ya tuvo que hacer tras la crisis que azotó a las entidades de ahorro en la década de los 80.

Los beneficiarios del programa implantado por Fannie Mae podían conseguir una hipoteca con unos intereses casi a precio de mercado, con una recarga extra del 1%. Además, la concesión del préstamo era posible financiarlo a 30 años y permitía obtener un máximo de 240.000 dólares. Como incentivo, los hipotecados podían ver desaparecer el 1% extraordinario si cumplían puntualmente con sus pagos mensuales durante los dos primeros años.

El boom hipotecario de los 90 entre las clases populares (hispanics, african americans y asian americans) se había agotado. Fannie y Freddie decidieron rebajar las exigencias para comprar en el mercado secundario las hipotecas concedidas por los bancos, de manera que estos pudieran continuar con su política expansiva, llegando a segmentos de la población excluidos de este mercado. Como dijo entonces Peter Wallison, del American Enterprise Institute, “si caen, el Gobierno tendrá que sacarles del camino emprendido y acudir a su rescate, salvando por extensión a la industria financiera”. 10 años después todo ha sucedido

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