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viernes, junio 20

El patrón oro

(Parte de un artículo de Luis de Guindos en el suplemento dominical de El Mundo...Una de estas cosas que hay que saber, ni más ni menos)

El patrón oro fue un sistema cambiario y de pagos que alcanzó su máxima extensión y popularidad entre finales del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial, cuando la mayoría de los países importantes como Gran Bretaña, EEUU, Francia, Alemania e incluso España lo adoptaron.

Consistía en que cada país se comprometía a mantener una paridad fija en términos de oro de su moneda -por ejemplo, en el caso de España la paridad era de 31 pesetas por 9 gramos de oro- lo que generaba un sistema de tipos de cambio fijos entre las monedas de los diferentes países.

Además, los países participantes aceptaban comprar su moneda a dicha paridad sin restricciones y no limitaban los flujos de capitales entre ellos, de modo que las naciones con superávit de balanza de pagos experimentaban entradas de capitales y los que contaban con déficit veían salidas.

La gran ventaja del patrón oro fue que facilitó seguramente el período de menor inflación de la economía mundial, ya que el crecimiento de la cantidad de dinero dependía de las adiciones de oro al stock existente, que siempre eran reducidas. Por tanto, a diferencia de los sistemas de
dinero fiduciario, el crecimiento de la oferta monetaria venía determinado por el descubrimiento de minas de oro y quedaba más allá de la voluntad de los gobiernos o de los banqueros centrales.

Por otro lado, durante esta etapa se dio la mayor expansión conocida del comercio internacional y de los movimientos de capital. Si a esto añadimos que los flujos migratorios nunca fueron tan intensos, el patrón oro se puede decir que impulsó lo que hoy llamamos globalización como nunca en la historia económica del mundo, incluida la etapa actual.

Sin embargo, tal vez la gran ventaja del patrón oro era que proporcionaba un método sencillo de ajuste de los desequilibrios de balanza de pagos. Si un país, por cualquier razón, empezaba a producir mercancías más baratas que sus competidores, entonces sus exportaciones se veían impulsadas al alza y las importaciones se reducían, generando un superávit que se saldaba con una entrada de capitales -divisas u oro- que incrementaba su oferta monetaria, lo que vía inflación reequilibraba la balanza de pagos. Lo contrario ocurría con los países con déficit, ya que la consiguiente salida de capitales reducía su oferta monetaria generando tensiones deflacionistas que mejoraban su competitividad y, por ende, eliminaban el déficit. En definitiva, en el patrón oro los movimientos internacionales de capitales determinaban las políticas monetarias domésticas y las tasas de inflación relativas, ajustando la competitividad de los países, equilibrando así de modo natural los desequilibrios externos.

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